Archivo de la categoría: Tratamiento posible de los autismos y las psicosis en niños y jóvenes. Hacia una práctica dialogada

"Lo que el autista nos enseña"

He aquí un extracto del seminario que dictara Vilma Coccoz en La Alianza Francesa, el 26 de octubre pasado, en el contexto de La semana del autismo promovida por La Antena Infancia y Juventud (Línea de investigación Clínica de las psicosis y los autismos. Hacia una práctica dialogada) con el auspicio de La Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis-Bogotá:
 
«Durante esta semana de trabajo en Bogotá, he percibido una expectativa sobre lo que el discurso analítico, sobre lo que los psicoanalistas lacanianos tienen que decir, con el fin de encontrar orientaciones precisas para conseguir navegar, de una manera más liviana, en este complicado mundo que nos ha tocado vivir. Efectivamente, el título de este seminario es ya un indicio de nuestra posición respecto al autismo. La posición del discurso analítico es una posición ética: aquella que se deriva de estar en disposición de aprender del autista, no de enseñarle. El verbo “aprender” está en juego, pero las personas se invierten. Existe una divisoria de aguas: por un lado, la psicología cognitivo comportamental pretende enseñar al autista; el autista es el sujeto que tiene que aprender: tiene que aprender a comunicarse, tiene que aprender a asearse, tiene que aprender economía, tiene que aprender habilidades sociales…; de otro lado, desde la perspectiva del psicoanálisis, las personas que acompañan al autista (sus padres, sus analistas, sus educadores, en fin, sus otros de referencia) están en disposición de aprender de él. Esta divisoria de aguas responde a principios de la práctica: se ve cómo estos principios éticos determinan una práctica completamente distinta. Pues bien, durante este rato voy a intentar explicarles algunas de las peculiaridades del tratamiento del autismo, en el psicoanálisis de orientación lacaniana.
Desde que Sigmund Freud concibió los primeros pilares en los que iba a asentarse lo que él llamó la nueva ciencia del espíritu —que bautizó con el nombre de psicoanálisis—, poderosos enigmas del comportamiento humano comenzaron a entregar su razón de ser, a la vez que se afianzaba una nueva manera de tratar los síntomas que incluía la idea de causalidad psíquica, de causalidad inconsciente.
Freud no se ocupó del autismo como síndrome o cuadro patológico. El autismo fue descrito por primera vez por Leo Kanner, en 1943, y nombrado como “autismo infantil precoz”, destacando como síntomas el aislamiento y la inmutabilidad. Poco tiempo después, en 1944, sin que hubiera relación entre ambos, en otro contexto, Hans Asperger inicia su desarrollo sobre el síndrome que lleva su nombre. El primero, el “autismo infantil precoz”, queda como una interfaz entre psiquiatría y psicoanálisis; el segundo, el “síndrome de Asperger”, toma un derrotero educativo, pues Asperger propone, desde el inicio, una pedagogía curativa. O sea, desde el inicio, en el campo de lo que llamamos autismo, ya están las problemáticas de lo clínico y de lo educativo.
En los años 50, el doctor Jacques Lacan inició su enseñanza en París. A lo largo de 30 fructíferos años, se sometió al riguroso y firme propósito de desentrañar las preguntas que suscita nuestra existencia, en tanto determinada por el lenguaje. Definió nuestra humanidad como seres de palabra, como “parlêtre”, o sea: ser hablante [parler=hablar, être=ser], en la medida en que —lo dice con todas las letras— el lenguaje no sólo es un medio de comunicación, no sólo es un medio de información… el lenguaje hace al ser, no habría ser sin el lenguaje. Los animales no se plantean ese problema; en cambio, para nosotros, no es una cuestión fácil. De acá se deriva un principio del psicoanálisis es: no hay sujeto sin Otro. El psicoanálisis es esencialmente social, porque no hay sujeto sin Otro. Por eso Freud, en Psicología de las masas y análisis del yo —su gran texto social, de psicología social—, dice que la lógica con la que estudiamos la relación del sujeto con su pareja, con su madre… con cualquiera de sus otros, es la misma lógica con la que debemos analizar la relación del sujeto con la comunidad, es decir, lo que toma forma de Otro para él. Lo que para el ser hablante toma forma de Otro, simbólico, trasciende el ámbito de su familia y lo vincula a la comunidad. A la escuela, por ejemplo, en cuyo caso los profesores serán representantes de unos primeros otros. Para Freud, la nueva ciencia del espíritu, la nueva doctrina de la subjetividad que él elaboró, no es independiente de una dimensión social. El sujeto no es sin el Otro.
Por todo esto, el autista se nos presenta como el mayor enigma: ¿cómo es posible que insistan en rechazar al Otro? El autista pone en jaque este principio fundamental de que el sujeto no es sin el Otro. Y no es que el autista no tenga su Otro. Pero, ¿qué tipo de Otro tiene?
El otro principio analítico (el primero es: no hay sujeto sin Otro) es: no hay sujeto sin síntoma. Gustaba Lacan de citar la Biblia. De hecho, en el Seminario 23 llega a formular un nuevo Génesis, menos cretinizante que el mito de la manzana maldita. Con la manzana maldita, quedamos fregados por el pecado. En cambio, en el Génesis que propone Lacan, en el misterio de la encarnación del inconsciente en nuestro cuerpo, lo que surge no es la subjetividad del pecado, sino la subjetividad sintomática. La ciencia del espíritu llamada psicoanálisis no propone ninguna psicología normal… ¡lo normal es lo que le parece bien a cada uno! Cuando alguien se pronuncia sobre la anormalidad de otro, es sencillamente porque no le gusta, no le cae bien y, entonces, dice: “éste no es normal”; y, cuando le toca a él, también toma esta forma: se pregunta, de sí mismo, ¿qué será esto?… ¡no es normal! Siempre es una medida personal.
En el principio era el verbo… eso sí lo toma Lacan textualmente de la Biblia. El verbo —dice en el Seminario 20— no es un significante tan estúpido, tan necio. Si no sabemos situarnos en relación a los verbos, no estamos situados en relación con la palabra. Por eso, muchas veces el autista no arma una frase completa. Una de las cosas que llama la atención, es la dificultad para hablar en primera persona; es decir, conjugar su ser en la frase dirigida al otro, tomando una posición de enunciación: “yo digo”. De hecho, cuando lo consiguen, consideramos que hemos avanzado muchísimo, porque quien puede enunciar su palabra a través de los verbos y dirigirse a otro, ya responde a la estructura misma de la subjetividad: está él y está el otro, a quien se dirige mediante el verbo, le habla.
En el comienzo era el verbo —que Lacan lo transforma en: en el comienzo era el acto—… En el comienzo no es el origen, sino el lugar del ser, dice Lacan. El lugar del ser en la palabra. Hemos olvidado lo complicado que es este asunto, porque —retomando las palabras de Lacan— ya estamos suficientemente adulterados. La conquista del lugar de la palabra es el trabajo de los primeros años de la vida. Si esto no se hace, resulta muy complicado. Para algunos, esto es tan complicado que no llega a ocurrir durante mucho tiempo, a veces nunca. Entonces, la realidad de la palabra no es algo sencillo. Lacan se dedicó 30 años a esto: cada semana se consagró a la disciplina férrea de no decir lo mismo nunca, de cada vez aportar algo nuevo. Por eso, su enseñanza es tan diversa y tan interesante. De principio a fin, el asunto de Lacan era ese: tratar de desentrañar la complicada lógica del ser hablante, de la relación con la palabra, de la relación con el otro, de la relación con el deseo y con la satisfacción, de todo lo que está implicado en la estructura del ser hablante.
La psicología moderna, la llamada psicología cognitivo comportamental, pretende reducir todo el dramatismo de una vida humana a la identificación de sus comportamientos. Por supuesto, Lacan tomó otra opción: la trabajosa opción de retomar los descubrimientos de Freud y hacerlos avanzar, ponerlos a la altura de la época, sin ahorrarse ninguna dificultad, tomando —para ponerlos al día con todos los descubrimientos— la lingüística, la lógica, la topología, la historia de la filosofía, etc. Este trabajo de Lacan es realmente inagotable. Pero el objetivo siempre es el mismo. Por eso, cuando decían que era un filósofo, un pensador, se enfadaba: “¡soy un psicoanalista!”, decía. Por supuesto, después agregó todo lo que él elaboró y se han hecho lecturas desde distintos campos: hay filosofías lacanianas, políticas lacanianas, éticas lacanianas. Pero la intención de Lacan era netamente clínica: saber todo eso, para hacer una práctica analítica eficaz, para que la acción del psicoanalista que se ofrece para llevar a alguien —autista o no autista— sea eficaz, para que resuelva el problema que esa persona tiene; eso es función del psicoanalista. Freud mismo dice: la enfermedad es un concepto práctico: la persona que tiene un síntoma, tiene una dificultad funcional en su cuerpo, en su mente, en la relación con los otros. Entonces, la práctica analítica tiene que servir para resolver ese problema de funcionamiento.
Pero, claro: el problema de funcionamiento, el síntoma subjetivo, requiere poder discernir realmente cuál es su lógica. Y bien, tiene dos partes: de un lado, una parte inconsciente, una parte de palabras inconscientes que han quedado como huellas de las encrucijadas vitales a las que nos hemos enfrentado; y, de otro lado, tiene una parte más opaca que no aparece a primera vista, que requiere un trabajo analítico para llegar a ella. A esta última parte, Freud la nombró de diferentes maneras: libido, ello, pulsión… y Lacan la transformó en goce, y la distinguió del síntoma, cuando produce un goce nocivo, cuando está demasiado presente la pulsión de muerte (para tomar otro concepto freudiano); o sea, distinguió el goce nocivo de la modalidad del goce no tan nocivo para el sujeto, más vinculado a la vida que —todos lo sabemos— no es un camino de rosas. La vida tiene momentos hermosos, divertidos, pero también hay esta perspectiva de dificultad.
Así, los autistas también presentan sus síntomas, pero no entendemos muy bien cuál es el funcionamiento de esos síntomas, cuál es su estructura. Usualmente se describen como el aislamiento (se aíslan de los demás), las ecolalias (repiten lo que el otro dice), las estereotipias (estructura repetitiva incesante: no poder parar, no hay límite). Los autistas presentan la mayor dificultad frente a la concepción social del ser humano. En el Seminario 3 —sobre las psicosis—, Lacan dice que el psicótico muestra la objeción al mitsein hedeggeriano: tiene una dificultad para estar con otros. El desencadenamiento de Schreber acarrea precisamente esta ruptura: él deja de estar con otros. Así, el síntoma autista presenta esto en su vertiente más pura. Ahora bien, si somos freudianos, los síntomas, incluso los más radicales como el síntoma autista, son intentos de curación. Freud concibió los síntomas no como un déficit, sino como un intento de curación, como una creación positiva mediante la cual el sujeto intentar resolver una encrucijada vital que se le vuelve insoportable y que lo angustia enormemente. Este es el principio de la construcción del síntoma en el psicoanálisis. No hay sujeto sin síntoma, porque todo sujeto hablante se defiende de algo insoportable, se defiende de la angustia. En el caso del autista, la defensa es radical: se defiende de que nos acerquemos, se defiende de nosotros, por eso se aísla.
En consecuencia, todo tratamiento posible del autismo requiere tomar en cuenta, en primer lugar, esta consideración: que el autista está obligado a defenderse de nosotros. Dicho de otra manera: el Otro del autista es amenazante, perseguidor, intrusivo. Así, la persona que se acerca, incluso con las mejores intenciones, intentando ser simpático (para tocarlo, abrazarlo, cuidarlo o para enseñarle), da en la dirección del síntoma, en la dirección de su dificultad y, entonces, el autista que supuestamente está en la disposición de paciente, de ser curado, se ve obligado a defenderse de su propio terapeuta, de las personas que pretenden ayudarles. Esa es, entonces, lo primero a tener en cuenta, con la frustración que esto trae para la persona que pretende curarlo, claro, porque es muy duro, la clínica del autismo es muy dura… salvo que se tome en consideración la lógica del síntoma autista.
Entonces, la lógica del síntoma autista, desde la perspectiva freudiana y lacaniana del psicoanálisis, responde a una causalidad psíquica. Como decíamos antes, en el principio de cada uno de nosotros está el verbo, está la palabra, está el poder tomar la palabra. Así, tenemos que ver, en el principio, cuál es la causalidad, qué pasó. Pero, en relación con la causalidad, hay otra división de aguas: la causalidad psíquica y la causalidad genética (que ahora está muy en boga).
François Ansermet, psicoanalista de la École de la cause freudienne, una persona a la que admiro mucho, puso en marcha un servicio de neonatología, que dio lugar a un libro maravilloso llamado La clínica del origen, donde se da cuenta de la asistencia psicoanalítica a los bebés en riesgo y a sus padres, así como a los profesionales. Hay un trabajo subjetivo para acoger un nacimiento con dificultades: desde el hermafroditismo hasta problemas físicos de todo tipo… bebés en riesgo. Muchos autismos se desencadenan ahí, en el nacimiento. He tenido un caso así: un niño que estuvo tres meses en una incubadora, multi-operado, con luces todo el tiempo sobre él, personas que vienen a mirarlo, lejos de su mamá y de su papá… para ese niño, desde el principio, ¿qué es el Otro? En el principio, ¿qué posibilidad de subjetividad hay, cuando sólo se es un objeto que está siendo mirado todo el rato? Fue muy emocionante, en una sesión, cuando yo le hablé de esto: lo mucho que él había sufrido en el momento de nacer. Entonces, me pidió ir a una habitación; en esa época, yo tenía la consulta en mi casa y él la conocía perfectamente. En la habitación de mi hijo, se puso bajo una manta e hizo una ficción de nacimiento: se tiró en la cama y pataleaba como un bebé. Por fin, él había podido representar lo que esto fue. Mientras en la incubadora él estaba inmovilizado, durante la reconstrucción de todo lo traumático que fue su nacimiento, estuvo moviéndose y pataleando un rato. De ahí se levantó con una sonrisa, como diciendo: ¡por fin! Aquí se ha logrado algo, ha habido un reconocimiento, una palabra sobre lo que pasó.
Cuando un niño está tan mal físicamente, como en este caso, sólo se preocupan de la parte orgánica, no se ocupan de la parte subjetiva, de lo que significa el atentado de las luces y las exploraciones constantes. Para alguien que no tiene la defensa autística (no se ha formado la defensa autística), no entiende lo que está pasando… y su mamá tampoco puede explicárselo, pues sólo la dejan entrar muy poco tiempo a la incubadora; ella siente que es completamente impotente para llegar a su bebé. Entonces, la separación ya está; ya se produce la falta de comunicación entre la mamá y su bebé. La ruptura del lazo con el otro. Por eso, una de nuestras principales preguntas es cómo hacer para construir o reconstruir un lazo con el otro, cuando se ha visto perturbado.
Muchas veces se piensa que los analistas nada tienen que ver con profesionales como los neurobiólogos, los neurolingüistas. Pues bien, el psicoanalista François Ansermet y Ariane Giacobino, una médica genetista, escribieron un libro fantástico, llamado Autismo: a cada uno su genoma. Allí se demuestra que es imposible seguir hablando de la causalidad genética del autismo: “La idea de la genética como ciencia de la determinación de lo mismo ha volado en pedazos. Se piensa que uno viene de dos, pero, paradójicamente, dos veces una mitad acaba en una infinidad de posibles, como si un patrimonio genético particular pudiera corresponder a combinaciones nuevas de dos mitades conocidas. Si medio más medio da una infinidad de uno, de uno para cada uno, ¿la diferencia se oculta dentro de éste? Este uno puede comprenderse como el conjunto de los 46 cromosomas que nos constituyen, de la misma manera que estos 46 cromosomas pueden ser situados como el soporte de los 24 mil genes de los que estamos compuestos. Dos por 12 mil genes forman también un individuo y cada gen es, a su vez, constituido de millares de bases de ADN. Como si se tratara de un sistema de muñecas rusas, cada fracción explorada se abre del lado de una complejidad y una infinidad sorprendentes”.
Nuestra época se caracteriza, entre otras, por una resistencia a la causalidad psíquica. Se intenta explicar y controlar lo que escapa a lo humano, a partir de bases biológicas, se intenta hacer desaparecer los enigmas del sujeto, esperando reemplazarlos por certezas controladas. El sujeto no es supuesto estar él mismo en la base de los trastornos que presenta; él no puede hacer nada con ellos, son sus genes. Los efectos del ambiente sobre esto, la estructura de su cerebro, son los responsables de hacerlo como es. Lo psíquico viene a eclipsarse bajo los efectos de estos postulados, relativos a las bases biológicas de los trastornos psíquicos. Queda, entonces, formulado el siguiente sofisma: primera proposición: se admite que existen trastornos psíquicos; segunda: la hipótesis de que tienen una base biológica; tercera: demostrar, o creer demostrar, esta base biológica; cuarta; si se tiene una base biológica, estos fenómenos no son psíquicos. De donde la conclusión: no existen trastornos psíquicos. Este razonamiento sagaz es particularmente virulento en los debates sobre el autismo, especialmente al ser evocadas sus bases genéticas.
En cambio, el psicoanálisis de orientación lacaniana sostiene la causalidad psíquica del autismo y la sitúa en lo que Lacan llamó “insondable decisión del ser”, que deja abierta la posibilidad de una nueva elección, a partir de ofrecer unas condiciones apropiadas para designar la radicalidad de sus defensas. Como explicaba el doctor Jean Claude Maleval, la obsesión por el diagnóstico precoz puede incluso resultar contraproducente. En muchos de los testimonios de autistas adultos, se ve muy bien que les ayudó el no haber sido diagnosticados y haber mantenido una vida dentro de parámetros “normales” [….]. »
La versión completa se publicará posteriormente.
 

«Lo que el autista nos enseña»

He aquí un extracto del seminario que dictara Vilma Coccoz en La Alianza Francesa, el 26 de octubre pasado, en el contexto de La semana del autismo promovida por La Antena Infancia y Juventud (Línea de investigación Clínica de las psicosis y los autismos. Hacia una práctica dialogada) con el auspicio de La Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis-Bogotá:

 

«Durante esta semana de trabajo en Bogotá, he percibido una expectativa sobre lo que el discurso analítico, sobre lo que los psicoanalistas lacanianos tienen que decir, con el fin de encontrar orientaciones precisas para conseguir navegar, de una manera más liviana, en este complicado mundo que nos ha tocado vivir. Efectivamente, el título de este seminario es ya un indicio de nuestra posición respecto al autismo. La posición del discurso analítico es una posición ética: aquella que se deriva de estar en disposición de aprender del autista, no de enseñarle. El verbo “aprender” está en juego, pero las personas se invierten. Existe una divisoria de aguas: por un lado, la psicología cognitivo comportamental pretende enseñar al autista; el autista es el sujeto que tiene que aprender: tiene que aprender a comunicarse, tiene que aprender a asearse, tiene que aprender economía, tiene que aprender habilidades sociales…; de otro lado, desde la perspectiva del psicoanálisis, las personas que acompañan al autista (sus padres, sus analistas, sus educadores, en fin, sus otros de referencia) están en disposición de aprender de él. Esta divisoria de aguas responde a principios de la práctica: se ve cómo estos principios éticos determinan una práctica completamente distinta. Pues bien, durante este rato voy a intentar explicarles algunas de las peculiaridades del tratamiento del autismo, en el psicoanálisis de orientación lacaniana.

Desde que Sigmund Freud concibió los primeros pilares en los que iba a asentarse lo que él llamó la nueva ciencia del espíritu —que bautizó con el nombre de psicoanálisis—, poderosos enigmas del comportamiento humano comenzaron a entregar su razón de ser, a la vez que se afianzaba una nueva manera de tratar los síntomas que incluía la idea de causalidad psíquica, de causalidad inconsciente.

Freud no se ocupó del autismo como síndrome o cuadro patológico. El autismo fue descrito por primera vez por Leo Kanner, en 1943, y nombrado como “autismo infantil precoz”, destacando como síntomas el aislamiento y la inmutabilidad. Poco tiempo después, en 1944, sin que hubiera relación entre ambos, en otro contexto, Hans Asperger inicia su desarrollo sobre el síndrome que lleva su nombre. El primero, el “autismo infantil precoz”, queda como una interfaz entre psiquiatría y psicoanálisis; el segundo, el “síndrome de Asperger”, toma un derrotero educativo, pues Asperger propone, desde el inicio, una pedagogía curativa. O sea, desde el inicio, en el campo de lo que llamamos autismo, ya están las problemáticas de lo clínico y de lo educativo.

En los años 50, el doctor Jacques Lacan inició su enseñanza en París. A lo largo de 30 fructíferos años, se sometió al riguroso y firme propósito de desentrañar las preguntas que suscita nuestra existencia, en tanto determinada por el lenguaje. Definió nuestra humanidad como seres de palabra, como “parlêtre”, o sea: ser hablante [parler=hablar, être=ser], en la medida en que —lo dice con todas las letras— el lenguaje no sólo es un medio de comunicación, no sólo es un medio de información… el lenguaje hace al ser, no habría ser sin el lenguaje. Los animales no se plantean ese problema; en cambio, para nosotros, no es una cuestión fácil. De acá se deriva un principio del psicoanálisis es: no hay sujeto sin Otro. El psicoanálisis es esencialmente social, porque no hay sujeto sin Otro. Por eso Freud, en Psicología de las masas y análisis del yo —su gran texto social, de psicología social—, dice que la lógica con la que estudiamos la relación del sujeto con su pareja, con su madre… con cualquiera de sus otros, es la misma lógica con la que debemos analizar la relación del sujeto con la comunidad, es decir, lo que toma forma de Otro para él. Lo que para el ser hablante toma forma de Otro, simbólico, trasciende el ámbito de su familia y lo vincula a la comunidad. A la escuela, por ejemplo, en cuyo caso los profesores serán representantes de unos primeros otros. Para Freud, la nueva ciencia del espíritu, la nueva doctrina de la subjetividad que él elaboró, no es independiente de una dimensión social. El sujeto no es sin el Otro.

Por todo esto, el autista se nos presenta como el mayor enigma: ¿cómo es posible que insistan en rechazar al Otro? El autista pone en jaque este principio fundamental de que el sujeto no es sin el Otro. Y no es que el autista no tenga su Otro. Pero, ¿qué tipo de Otro tiene?

El otro principio analítico (el primero es: no hay sujeto sin Otro) es: no hay sujeto sin síntoma. Gustaba Lacan de citar la Biblia. De hecho, en el Seminario 23 llega a formular un nuevo Génesis, menos cretinizante que el mito de la manzana maldita. Con la manzana maldita, quedamos fregados por el pecado. En cambio, en el Génesis que propone Lacan, en el misterio de la encarnación del inconsciente en nuestro cuerpo, lo que surge no es la subjetividad del pecado, sino la subjetividad sintomática. La ciencia del espíritu llamada psicoanálisis no propone ninguna psicología normal… ¡lo normal es lo que le parece bien a cada uno! Cuando alguien se pronuncia sobre la anormalidad de otro, es sencillamente porque no le gusta, no le cae bien y, entonces, dice: “éste no es normal”; y, cuando le toca a él, también toma esta forma: se pregunta, de sí mismo, ¿qué será esto?… ¡no es normal! Siempre es una medida personal.

En el principio era el verbo… eso sí lo toma Lacan textualmente de la Biblia. El verbo —dice en el Seminario 20— no es un significante tan estúpido, tan necio. Si no sabemos situarnos en relación a los verbos, no estamos situados en relación con la palabra. Por eso, muchas veces el autista no arma una frase completa. Una de las cosas que llama la atención, es la dificultad para hablar en primera persona; es decir, conjugar su ser en la frase dirigida al otro, tomando una posición de enunciación: “yo digo”. De hecho, cuando lo consiguen, consideramos que hemos avanzado muchísimo, porque quien puede enunciar su palabra a través de los verbos y dirigirse a otro, ya responde a la estructura misma de la subjetividad: está él y está el otro, a quien se dirige mediante el verbo, le habla.

En el comienzo era el verbo —que Lacan lo transforma en: en el comienzo era el acto—… En el comienzo no es el origen, sino el lugar del ser, dice Lacan. El lugar del ser en la palabra. Hemos olvidado lo complicado que es este asunto, porque —retomando las palabras de Lacan— ya estamos suficientemente adulterados. La conquista del lugar de la palabra es el trabajo de los primeros años de la vida. Si esto no se hace, resulta muy complicado. Para algunos, esto es tan complicado que no llega a ocurrir durante mucho tiempo, a veces nunca. Entonces, la realidad de la palabra no es algo sencillo. Lacan se dedicó 30 años a esto: cada semana se consagró a la disciplina férrea de no decir lo mismo nunca, de cada vez aportar algo nuevo. Por eso, su enseñanza es tan diversa y tan interesante. De principio a fin, el asunto de Lacan era ese: tratar de desentrañar la complicada lógica del ser hablante, de la relación con la palabra, de la relación con el otro, de la relación con el deseo y con la satisfacción, de todo lo que está implicado en la estructura del ser hablante.

La psicología moderna, la llamada psicología cognitivo comportamental, pretende reducir todo el dramatismo de una vida humana a la identificación de sus comportamientos. Por supuesto, Lacan tomó otra opción: la trabajosa opción de retomar los descubrimientos de Freud y hacerlos avanzar, ponerlos a la altura de la época, sin ahorrarse ninguna dificultad, tomando —para ponerlos al día con todos los descubrimientos— la lingüística, la lógica, la topología, la historia de la filosofía, etc. Este trabajo de Lacan es realmente inagotable. Pero el objetivo siempre es el mismo. Por eso, cuando decían que era un filósofo, un pensador, se enfadaba: “¡soy un psicoanalista!”, decía. Por supuesto, después agregó todo lo que él elaboró y se han hecho lecturas desde distintos campos: hay filosofías lacanianas, políticas lacanianas, éticas lacanianas. Pero la intención de Lacan era netamente clínica: saber todo eso, para hacer una práctica analítica eficaz, para que la acción del psicoanalista que se ofrece para llevar a alguien —autista o no autista— sea eficaz, para que resuelva el problema que esa persona tiene; eso es función del psicoanalista. Freud mismo dice: la enfermedad es un concepto práctico: la persona que tiene un síntoma, tiene una dificultad funcional en su cuerpo, en su mente, en la relación con los otros. Entonces, la práctica analítica tiene que servir para resolver ese problema de funcionamiento.

Pero, claro: el problema de funcionamiento, el síntoma subjetivo, requiere poder discernir realmente cuál es su lógica. Y bien, tiene dos partes: de un lado, una parte inconsciente, una parte de palabras inconscientes que han quedado como huellas de las encrucijadas vitales a las que nos hemos enfrentado; y, de otro lado, tiene una parte más opaca que no aparece a primera vista, que requiere un trabajo analítico para llegar a ella. A esta última parte, Freud la nombró de diferentes maneras: libido, ello, pulsión… y Lacan la transformó en goce, y la distinguió del síntoma, cuando produce un goce nocivo, cuando está demasiado presente la pulsión de muerte (para tomar otro concepto freudiano); o sea, distinguió el goce nocivo de la modalidad del goce no tan nocivo para el sujeto, más vinculado a la vida que —todos lo sabemos— no es un camino de rosas. La vida tiene momentos hermosos, divertidos, pero también hay esta perspectiva de dificultad.

Así, los autistas también presentan sus síntomas, pero no entendemos muy bien cuál es el funcionamiento de esos síntomas, cuál es su estructura. Usualmente se describen como el aislamiento (se aíslan de los demás), las ecolalias (repiten lo que el otro dice), las estereotipias (estructura repetitiva incesante: no poder parar, no hay límite). Los autistas presentan la mayor dificultad frente a la concepción social del ser humano. En el Seminario 3 —sobre las psicosis—, Lacan dice que el psicótico muestra la objeción al mitsein hedeggeriano: tiene una dificultad para estar con otros. El desencadenamiento de Schreber acarrea precisamente esta ruptura: él deja de estar con otros. Así, el síntoma autista presenta esto en su vertiente más pura. Ahora bien, si somos freudianos, los síntomas, incluso los más radicales como el síntoma autista, son intentos de curación. Freud concibió los síntomas no como un déficit, sino como un intento de curación, como una creación positiva mediante la cual el sujeto intentar resolver una encrucijada vital que se le vuelve insoportable y que lo angustia enormemente. Este es el principio de la construcción del síntoma en el psicoanálisis. No hay sujeto sin síntoma, porque todo sujeto hablante se defiende de algo insoportable, se defiende de la angustia. En el caso del autista, la defensa es radical: se defiende de que nos acerquemos, se defiende de nosotros, por eso se aísla.

En consecuencia, todo tratamiento posible del autismo requiere tomar en cuenta, en primer lugar, esta consideración: que el autista está obligado a defenderse de nosotros. Dicho de otra manera: el Otro del autista es amenazante, perseguidor, intrusivo. Así, la persona que se acerca, incluso con las mejores intenciones, intentando ser simpático (para tocarlo, abrazarlo, cuidarlo o para enseñarle), da en la dirección del síntoma, en la dirección de su dificultad y, entonces, el autista que supuestamente está en la disposición de paciente, de ser curado, se ve obligado a defenderse de su propio terapeuta, de las personas que pretenden ayudarles. Esa es, entonces, lo primero a tener en cuenta, con la frustración que esto trae para la persona que pretende curarlo, claro, porque es muy duro, la clínica del autismo es muy dura… salvo que se tome en consideración la lógica del síntoma autista.

Entonces, la lógica del síntoma autista, desde la perspectiva freudiana y lacaniana del psicoanálisis, responde a una causalidad psíquica. Como decíamos antes, en el principio de cada uno de nosotros está el verbo, está la palabra, está el poder tomar la palabra. Así, tenemos que ver, en el principio, cuál es la causalidad, qué pasó. Pero, en relación con la causalidad, hay otra división de aguas: la causalidad psíquica y la causalidad genética (que ahora está muy en boga).

François Ansermet, psicoanalista de la École de la cause freudienne, una persona a la que admiro mucho, puso en marcha un servicio de neonatología, que dio lugar a un libro maravilloso llamado La clínica del origen, donde se da cuenta de la asistencia psicoanalítica a los bebés en riesgo y a sus padres, así como a los profesionales. Hay un trabajo subjetivo para acoger un nacimiento con dificultades: desde el hermafroditismo hasta problemas físicos de todo tipo… bebés en riesgo. Muchos autismos se desencadenan ahí, en el nacimiento. He tenido un caso así: un niño que estuvo tres meses en una incubadora, multi-operado, con luces todo el tiempo sobre él, personas que vienen a mirarlo, lejos de su mamá y de su papá… para ese niño, desde el principio, ¿qué es el Otro? En el principio, ¿qué posibilidad de subjetividad hay, cuando sólo se es un objeto que está siendo mirado todo el rato? Fue muy emocionante, en una sesión, cuando yo le hablé de esto: lo mucho que él había sufrido en el momento de nacer. Entonces, me pidió ir a una habitación; en esa época, yo tenía la consulta en mi casa y él la conocía perfectamente. En la habitación de mi hijo, se puso bajo una manta e hizo una ficción de nacimiento: se tiró en la cama y pataleaba como un bebé. Por fin, él había podido representar lo que esto fue. Mientras en la incubadora él estaba inmovilizado, durante la reconstrucción de todo lo traumático que fue su nacimiento, estuvo moviéndose y pataleando un rato. De ahí se levantó con una sonrisa, como diciendo: ¡por fin! Aquí se ha logrado algo, ha habido un reconocimiento, una palabra sobre lo que pasó.

Cuando un niño está tan mal físicamente, como en este caso, sólo se preocupan de la parte orgánica, no se ocupan de la parte subjetiva, de lo que significa el atentado de las luces y las exploraciones constantes. Para alguien que no tiene la defensa autística (no se ha formado la defensa autística), no entiende lo que está pasando… y su mamá tampoco puede explicárselo, pues sólo la dejan entrar muy poco tiempo a la incubadora; ella siente que es completamente impotente para llegar a su bebé. Entonces, la separación ya está; ya se produce la falta de comunicación entre la mamá y su bebé. La ruptura del lazo con el otro. Por eso, una de nuestras principales preguntas es cómo hacer para construir o reconstruir un lazo con el otro, cuando se ha visto perturbado.

Muchas veces se piensa que los analistas nada tienen que ver con profesionales como los neurobiólogos, los neurolingüistas. Pues bien, el psicoanalista François Ansermet y Ariane Giacobino, una médica genetista, escribieron un libro fantástico, llamado Autismo: a cada uno su genoma. Allí se demuestra que es imposible seguir hablando de la causalidad genética del autismo: “La idea de la genética como ciencia de la determinación de lo mismo ha volado en pedazos. Se piensa que uno viene de dos, pero, paradójicamente, dos veces una mitad acaba en una infinidad de posibles, como si un patrimonio genético particular pudiera corresponder a combinaciones nuevas de dos mitades conocidas. Si medio más medio da una infinidad de uno, de uno para cada uno, ¿la diferencia se oculta dentro de éste? Este uno puede comprenderse como el conjunto de los 46 cromosomas que nos constituyen, de la misma manera que estos 46 cromosomas pueden ser situados como el soporte de los 24 mil genes de los que estamos compuestos. Dos por 12 mil genes forman también un individuo y cada gen es, a su vez, constituido de millares de bases de ADN. Como si se tratara de un sistema de muñecas rusas, cada fracción explorada se abre del lado de una complejidad y una infinidad sorprendentes”.

Nuestra época se caracteriza, entre otras, por una resistencia a la causalidad psíquica. Se intenta explicar y controlar lo que escapa a lo humano, a partir de bases biológicas, se intenta hacer desaparecer los enigmas del sujeto, esperando reemplazarlos por certezas controladas. El sujeto no es supuesto estar él mismo en la base de los trastornos que presenta; él no puede hacer nada con ellos, son sus genes. Los efectos del ambiente sobre esto, la estructura de su cerebro, son los responsables de hacerlo como es. Lo psíquico viene a eclipsarse bajo los efectos de estos postulados, relativos a las bases biológicas de los trastornos psíquicos. Queda, entonces, formulado el siguiente sofisma: primera proposición: se admite que existen trastornos psíquicos; segunda: la hipótesis de que tienen una base biológica; tercera: demostrar, o creer demostrar, esta base biológica; cuarta; si se tiene una base biológica, estos fenómenos no son psíquicos. De donde la conclusión: no existen trastornos psíquicos. Este razonamiento sagaz es particularmente virulento en los debates sobre el autismo, especialmente al ser evocadas sus bases genéticas.

En cambio, el psicoanálisis de orientación lacaniana sostiene la causalidad psíquica del autismo y la sitúa en lo que Lacan llamó “insondable decisión del ser”, que deja abierta la posibilidad de una nueva elección, a partir de ofrecer unas condiciones apropiadas para designar la radicalidad de sus defensas. Como explicaba el doctor Jean Claude Maleval, la obsesión por el diagnóstico precoz puede incluso resultar contraproducente. En muchos de los testimonios de autistas adultos, se ve muy bien que les ayudó el no haber sido diagnosticados y haber mantenido una vida dentro de parámetros “normales” [….]. »

La versión completa se publicará posteriormente.

 

Reseña Semana de Sensibilización Sobre el Autismo Bogotá y Medellín

La siguiente nota nos la ha hecho llegar Diana Paola Currea Triana, Licenciada en Educación con Énfasis en Educación Especial de la Universidad Pedagógica Nacional.  En ella presenta su reflexión sobre las actividades realizadas en Bogotá y Medellín en el mes de agosto, a propósito de la visita a nuestro país de Brian R. King.

Espejo 1Un maravilloso hecho para reflexionar es el que cada criatura se constituye como un único y profundo secreto y misterioso. Charles Dickens 

Durante la semana del 26 de agosto del 2013 se llevó a cabo una  jornada de sensibilización  sobre el autismo entre Bogotá y Medellín, allí tuvo lugar un evento académico en donde un grupo de ponentes  expertos en la temática  y elogiados por su labor frente a esta población,  brindaron tanto a padres y a  profesionales  de múltiples disciplinas,  una serie de estrategias claves para  lograr un acompañamiento efectivo, que permita una mejora en la calidad de vida no solo de la persona con  autismo, sino de su  grupo familiar; de igual forma, se dio lugar  dentro de esta apretada agenda para disipar  dudas, a  Brian R. King L.C.S.W., autor de diversos temas de exposición en autismo, coautor del libro: Asperger´s and Related Conditions, con Jessica Kingsley, presidente fundador de Brian R. King International (consultores), consultor de Best Buddies International Autista y padre de tres hijos autistas, quien desde su experiencia como autista asperger y desde el marco de la crianza de sus hijos buscaba derribar aquellos imaginarios equívocos sobre las personas  con trastornos del espectro autista y aclarar aquellas particularidades que son ineludibles, las cuales deben ser abordadas adecuadamente para no llegar a la exclusión inminente.

Entre las temáticas expuestas encontramos: aquellas particularidades que los padres deben saber sobre su hijo con autismo, cómo generar estrategias pedagógicas de intervención efectivas y el impacto  de los profesionales en educación y del área de la salud en el  proceso de aceptación de los padres.

Así mismo, la noche del 28 de agosto Brian R. King respondió varios interrogantes durante el conversatorio realizado minutos antes a la presentación de la obra de teatro, allí las preguntas realizadas fueron: si sus hijos habían sido víctimas de bullying y cómo lo había afrontado y cómo lograba comunicarse de manera efectiva entre los miembros de su familia considerando que todos presentan autismo, ante lo cual, al primer interrogante responde (parafraseando):

En algún momento mi hijo  mayor lo vivió de alguna forma, por lo cual yo hable con las directivas del colegio y les exprese  que si no abordaban  este tema con eficacia yo  ingresaría al aula con él  para estar pendiente de sus proceso  y garantizar su bienestar”.

A continuación, aborda el segundo interrogante, al cual responde:

Entre los miembros mi  familia acordamos  ser  lo más específicos posibles a la hora de comunicarnos algo, nosotros procuramos no ser muy abstractos en este proceso”.

De igual forma, fue presentada en el Teatro de Bellas Artes en Bogotá la obra de teatro El mundo de Yi-Zu, realizada por los niños, niñas y jóvenes de la Fundación Integrar y Canto Alegre; ésta nos   enseñó el valor y la inminente necesidad de la inclusión social de las personas en condición diversa. Allí se relata una historia muy interesante en donde milenios atrás, en los lugares más recónditos de la tierra, los seres no eran humanos, no existían estas divisiones no habían  límites y desigualdades, en ese entonces estos seres denominados homínidos, desarrollaron lo que llamamos inteligencia, pero con ella sobrevino la capacidad de excluir al otro y de dañar su  propia naturaleza en aras de establecer un mejor estatus.  La obra relata la historia de un rey padre de cinco hijas, llamadas La, Le, Li, Lo y Lu,  quien debe tomar la decisión de permitirles conocer el mundo, mundo que en su criterio no permite la aceptación de lo diverso.  Su preocupación principal radica en el aspecto de sus hijas, que por demás es diferente, y él considera que los habitantes de ese mundo exterior las van a lastimar.  Esto lo ha llevado a aislarse, estableciendo una coraza de miedo. Por su parte, las princesas, quienes en el furor de su juventud desean explorar el mundo y tienen la maravillosa ternura e ingenuidad propia de su edad, piden desesperadas a su padre realizar un viaje para explorar ese nuevo contexto.  Tanta sería la persistencia de las cinco princesas que el rey accede con gran temor y se aventura, zarpa y recorre mágicos lugares en donde se encuentra con la agradable sorpresa de encontrar otros seres diversos quienes acogieron a sus hijas de la mejor forma y les permitieron descubrir otras posibilidades, al final el rey comprende que el mundo en si es diverso y que sus hijas no son diferentes, que solamente eran diferentes en su percepción.

Cabe resaltar que eventos de este talante se hacen necesarios para crear conciencia apropósito de las poblaciones en condición diversa, que encontrándose en las aulas de nuestro sistema educativo son invisibles  antes los ojos de los profesionales de la educación y profesionales de apoyo, quienes por falta de conocimiento temen realizar la intervención,  pues consideran que estos niños y niñas deben encontrarse en instituciones especializadas, sin antes considerar aquellas particularidades y potencialidades que, con la debida flexibilización curricular, podrían ser empleadas dentro del desarrollo de la estrategia de intervención, como herramientas de trabajo efectivas.  Sería necesario entonces  realizar más jornadas en la búsqueda de derribar aquellos mitos que tanto la familia como la escuela no logran dejar de lado, los cuales excluyen todo lo diverso y continúan sepultando los procesos de inclusión. Más bien se podría pensar en tratar de no centrar nuestra completa atención en el déficit y más bien volcar nuestra mirada, como se cita en el inicio de este escrito, en las múltiples posibilidades de descubrir los maravillosos misterios que cada ser, único en su diversidad, tiene para brindar.  Solo así la inclusión pasará de ser un hermoso discurso que está en boga hoy por hoy y se convertirá en realidad.

Diana Paola Currea Triana

Licenciada en educacion con énfasis en educacion especial

Universidad Pedagógica Nacional

Los autistas en la ficción

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Autora: Vilma Coccoz
Foto Vilma Coccoz(AME de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de España (ELP) y Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del Instituto del Campo Freudiano. Responsable del Departamento de Psicoanálisis con niños del Nuevo Centro de estudios Psicoanalíticos (NUCEP): institución que desde hace décadas ha investigado muy especialmente la clínica del autismo y las psicosis. Responsable del Grupo de Investigación de las psicosis del NUCEP. Docente de diversas institucionales de orientación lacaniana. Autora y coautora de varios libros, publica regularmente en revistas especializadas en español, francés e italiano. Reside en Madrid, España).
La película I rymden finns inga känslor, del realizador sueco Andreas Ohman, traducido en España como El tonto o el simple Simon tiene como principal protagonista un adolescente afectado por el síndrome de Asperger. Es un indicio del cambio de los tiempos, porque las ficciones contribuyen a hacen pasar lo real al discurso, favoreciendo así su humanización, su incorporación en la vida de los seres hablantes.
Freud estimaba que los atormentados personajes de Dostoievsky anticipaban los hallazgos del psicoanálisis. Las experiencias subjetivas de Raskolnikoff, Dimitri, Aliosha, Ivan…que toman cuerpo en las ficciones literarias del escritor ruso serían homólogas a aquellas que revelaba la traducción analítica de los síntomas. Los sufrimientos y traumas que aquejaban la subjetividad neurótica en su denodada búsqueda de resolución vital, los avatares de la culpa, el peso de los fantasmas, la decadencia del padre para regular el deseo….
En las últimas décadas, además de la proliferación de los llamados por Donna Williams “autitestimonios”, han visto la luz personajes literarios como Lisbeth Salander de Milenium, Mattia y Alice, de La soledad de los números primos, Christopher Boone de El misterioso caso del perro a medianoche… Muy distinta es la experiencia subjetiva que presentan estos relatos a los del siglo XIX. Seguramente veremos aparecer, cada vez con más frecuencia, también, películas como la sueca, que me resisto a nombrar con la traducción española. Porque Simon no tiene nada de simple, ni de tonto.
A Simon le interesa el estudio de la Astronomía porque en el Universo reina el silencio y el orden. Cuando la intromisión de las palabras reales de su familia hacen demasiado ruido y se vuelven insoportables –fenómeno que se suele denominar hiperacusia-, él se aísla en un cubículo metálico que hace las veces de nave espacial y se piensa en el espacio, a salvo de las palabras y de sentimientos desbordados. A salvo del caos. Sólo su hermano, simulando una conexión entre la base terrestre y la nave, cambiando el tono de voz, consigue que salga de su encierro.
“Atención, no me toques, tengo Asperger” será el lema de Simon cuando se aventure a andar por la calle.
Hecha con gran sensibilidad y respeto por el singular y extremo sufrimiento autista, esta película es el relato de la salida del estado “congelado” en el que se encontraba Simon, como defensa radical ante la angustia indecible que le producía el contacto con los demás.
A sabiendas de que él no puede vivir sin su hermano, pero que su hermano no puede vivir sin una novia, dedicará todo su esfuerzo a crear el mundo que le conviene. A través de esta peculiar empresa, conseguirá interesarse por el mundo del que antes huía y a disfrutar con los lazos que se van tejiendo gracias a las palabras.
 

Los niños autistas también son dueños de sus decisiones

 
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Autora: María Solita Quijano
Foto MAria Solita
(Psicoanalista. Asociada de la Nueva Escuela Lacaniana.  Docente de la Universidad Los Libertadores).
 
 
 
“Los autistas son sujetos a quienes hay que tomarse en serio. Aquellos de entre ellos que escriben, se expresan para hacer saber que son seres inteligentes y piden ser tratados con más consideración, además de apelar al respeto de sus invenciones elaboradas para contener la angustia. ¿Acaso desearían ellos que se prohibiera legalmente su escucha para someterlos, lo más a menudo sin su consentimiento, a métodos de aprendizaje?¿habrá que tomar partido por obligarlos, o bien por escucharlos?” dice Jean Claude Maleval, psicoanalista francés, en su libro de reciente edición en Francia ¡Escuchen a los autistas! (2012, Grama).
Recientemente estuvo en Bogotá Bryan King y su esposa, los dos autistas, invitados por la Fundación Integrar y la Liga del Autismo. En una serie de actividades en las cuales ellos compartieron sus experiencias y elaboraciones en relación con el autismo, King hizo escuchar una serie de consideraciones respecto a lo él llamó “paternidad positiva”.
En esta importante actividad dirigida a padres de familia, King presentó sus ideas en un estilo directo, sencillo y preciso, y en su estilo resuenan las palabras que propone Maleval.
Las palabras de King tomaron su fuerza de la forma como organizó sus ideas en una serie de oposiciones con las que quiso transmitir la importancia de “ser conscientes de lo hacemos y lo que decimos” porque nuestro lenguaje, como él dijo, tiene consecuencias.
Habló de responsabilidad en oposición a la culpa en el sentido de transmitir al niño que él es el dueño de sus sentimientos y sus decisiones; entiende por culpa que el niño se ubique a partir de lo que se le dice como “lo que me pasa es culpa de alguien más”; dice King “les decimos a otros que son responsables de nuestros sentimientos…cuando le decimos al niño: sabes que eso me enoja” el niño no puede ubicar el enojo como propio sino como del otro, pero a su vez toma ese enojo como una orientación donde “eso –su enojo, el del adulto- me hace enojado.” Así, el niño no puede ubicar el enojo como propio ni aquello que lo origina.
Es lo que Donna Williams, autista de alto nivel, refiere como formas que algunos autistas tienen de dar sentido a las cosas, es decir, tomándolas para sí en su literalidad; esto tiene que ver con la particular relación que tienen los autistas con el lenguaje. Es parte de lo que el psicoanalista escucha, aún en el silencio.
King también se propone oponer “retroalimentar” con “crítica”, que implica decirles a los niños qué tan efectivos están siendo, decirles por ejemplo “…entiendo que estás aburrido o algo, pero no puedo ayudarte si no me dices…. Yo tampoco entiendo, pero eres tú el que tiene que entender, podemos encontrar juntos una herramienta.”
Crítica por el contrario sería señalar todo lo que hizo mal, cosas por las que él ya se siente mal, dice King; decir “deja de gritar” sería una orientación de este tipo, dice King.
“Compasión” frente a “pesar” es para King transmitir que otro ser humano tiene los mismos sentimientos que nosotros; menciona una anécdota suya de ese día: “hoy alguien quería ayudarme a arreglar el cuello de mi camisa y a pesar del lenguaje (no hablo español) entendí que alguien quería cuidarme”. El pesar que es del tipo “mi pobre hijo con autismo, discapacitado…aunque no tenga intensión, hace que los otros lo vean así…”.
Respecto a lo que llama “permiso” opuesto a “imposición”, cuestión especialmente afín con la orientación psicoanalítica que pide escuchar y aprender de los autistas, King considera que el permiso que él propone “es un signo de respeto muy importante para el ser humano”, en oposición a la imposición que es, dice, “cuando ustedes ayudan, dan consejos sin que se les pida, puesto que se acaba de imponer sobre la experiencia del niño”.
Respecto de la comunicación, dice que es importante diferenciar el “clarificar” del “asumir”. Clarificar se refiere, para él, a tomar algo que asumimos y ver si está mal o no “¿te molestó? ¿Te causó incomodidad? Esto me da la posibilidad de enderezar las cosas… Se eliminan los malentendidos, a los niños les ayuda…”. Mientras que asumir “es cuando nos damos el derecho de leer la mente del otro y no tengo que preguntar. Esto nos hace tener problemas, herir sentimientos…”.
Opone “gratitud” a “derecho”, lo que sugiere una perspectiva muy interesante a las implicaciones que él encuentra en lo que promueve la transmisión de lo que se da por derecho en la idea de “tú lo mereces” pues, dice, “promueve una rabia porque no se le da suficientemente rápido o completo…”; mientras que lo que llama gratitud “en su mejor sentido es ser agradecido por lo que se nos da aunque no lo hayamos pedido…”.
Finalmente, dice a los padres que “nos latigamos porque no somos perfectos; pero nadie sabe qué va a pasar con nuestros hijos…hay que permitirse no saber todo, permitirse ser un estudiante, usar el sentido común… ser vulnerable, imperfecto, darnos el permiso de aprender aunque duela”.  En sus palabras podemos oír su experiencia de padre y de autista, porque los autistas que como él han enseñado sobre sus invenciones para hacerse un lugar en el mundo, nos dejan saber lo que por nuestra parte, como psicoanalistas, terapeutas, educadores, conviene que sepamos acompañar.

Le Courtil o la Práctica entre varios

Le Courtil (Bélgica)

El siguiente escrito de Bernard Seynhaeve nos introduce a Le Courtil, una institución belga que desde hace tres décadas se ocupa de acoger niños denominados “difíciles” o con diversos diagnósticos psiquiátricos (http://www.courtil.be/courtil/).  La experiencia transmitida por el autor de esta nota nos sumerge en una institución que ha sabido valerse del psicoanálisis para producir, tanto para los sujetos atendidos como para los propios profesionales, un lugar en el que es posible inventar; que, a ritmo propio, cada sujeto implicado cuente con las condiciones necesarias para que pueda producir su invención singular.

Autor: Bernard Seynhaeve

 Le Courtil acoge niños que presentan lo que se denomina “problemas de personalidad” o incluso “problemas de comportamiento”. Desde la perspectiva pedagógica, se trata de niños que no se inscriben —o se inscriben mal— en el lazo social. De ellos se dice que son niños agresivos o, por el contrario, apagados, y nuestra misión consiste en desplegar todos nuestros esfuerzos para intentar su re-integración en la ciudad. Desde la perspectiva médica, se explica que ellos presentan uno de los numerosos mono-síntomas que el mundo contemporáneo ha puesto en el mercado. Son hiper-quinéticos, anoréxicos, bulímicos o disarmónicos, TED [Trastornos Específicos del Desarrollo], o, según el DSM-4, que sus síntomas competen al espectro autístico. En consecuencia, nuestra institución se inscribe en la lógica de la misión reparadora del Otro.

Entonces, ¿es posible alojar el discurso analítico en el corazón de la institución, es decir, subvertir la institución mediante el psicoanálisis? En referencia a la enseñanza de Sigmund Freud, de Jacques Lacan y de Jacques-Alain Miller, la experiencia de Le Courtil intenta responder a esta pregunta.
¿Cómo se inventó Le Courtil? Hubo algo de contingencia. Le Courtil nació de un encuentro, hace 30 años. Un feliz encuentro entre el nuevo director y el joven psiquiatra de la institución permitió que el proyecto comenzara. Alexandre Stevens, psiquiatra de esta institución que acoge niños etiquetados como “débiles”, deseaba tomar a cargo un pequeño grupo de niños, los más difíciles de la institución, con el fin de establecer un lugar de acogida cuya clínica se orientara por el psicoanálisis. Mi deseo de director estaba tomado por esta idea. Poco a poco, numerosos profesionales vinculados al psicoanálisis siguieron rápidamente y contribuyeron a través de su trabajo clínico y teórico en la elaboración de la experiencia.
Para mí, fue el encuentro con el psicoanálisis. Yo estaba atrapado, lleno de anzuelos. La transferencia había operado. Lo particular en esta experiencia institucional es que fue a mí a quien le llegó; yo, que venía de enrolarme como director de esta institución. Los efectos de este encuentro serían asombrosos, considerables e inesperados.
Para mí mismo, en primer lugar. En efecto, yo iba a engancharme rápidamente en una relación analítica que me llevaría al pase.
Para la institución también, ciertamente. Ella cambia algo, pues aquel llamado a dirigirla, se deja interrogar por el discurso del psicoanálisis.
Este encuentro entre el director y el psiquiatra, ambos analizantes, permitió que el discurso analítico se alojara en esta institución y la subvirtiera profundamente. Rápidamente hubo algunas otras personas que llegaron Le Courtil para constituir una verdadera comunidad de trabajo. Esto permitió que, progresivamente, una parte importante del personal hiciera, él mismo, una transferencia analítica, que varios de ellos se engancharan en una experiencia analítica personal y que, cada vez más, los jóvenes candidatos a ocupar las vacantes hayan presentado su candidatura en la medida en que ellos mismos hacían la hipótesis del inconsciente, en la medida en que ya estaban enganchados en una relación analítica. Es esto lo que ha hecho decir a Éric Laurent que, en Le Courtil, los trabajadores son analizantes civilizados. Fue así como se inventó Le Courtil. Era la puerta abierta a ese campo que Jacques Lacan definió como aquel del psicoanálisis aplicado a la terapéutica y que Jacques-Alain Miller ha realzado mediante el invento de un significante para designar el estilo de algunas instituciones del RI3: La práctica entre varios.
Esta experiencia perdura desde hace más de 30 años.
He aquí cómo Alexandre Stevens, quien está desde el origen de la experiencia, define el estilo de Le Courtil:
«Cuando decimos que Le Courtil es una institución orientada por el psicoanálisis, ¿qué designamos concretamente? No hay curas analíticas en Le Courtil, y es muy importante subrayarlo, pero sí un uso práctico del psicoanalista. Queremos, mediante esta alternativa, evitar un doble escollo: el del psicoanalista especialista y el de la institución sala de espera del psicoanalista. El psicoanálisis irriga el trabajo, un gran número de los miembros del equipo están, o han estado prolongadamente, en análisis. Pero el trabajo se hace, en el reparto cotidiano, con los niños. Entonces, ¿qué hacemos?, ¿qué decimos? No hay regla absoluta, pero buscamos dejar, en el caso por caso, un amplio espacio a la invención, al encuentro, a la sorpresa. Porque, para estos niños con un gran sufrimiento subjetivo, la invención —siempre un poco sintomática— es esencial, es una parte de su solución, ella les permite estabilizarse o comenzar a producir una solución.
En Le Courtil, sostenemos estas invenciones del sujeto en todos los niveles de la vida cotidiana. Los talleres, que ritman las jornadas y que son el lugar principal de su elaboración, son dejados a la libertad y a la creatividad de los intervinientes (así llamamos a todos los que trabajan sobre el terreno, sean educadores o responsables). No hay objetivo a priori por alcanzar.
El trabajo con los padres funciona sobre el mismo principio. Son recibidos a un ritmo que se decide caso por caso. En principio, los padres no pueden entrar en la parte Le Courtil donde vive su hijo, a fin de respetar la intimidad del joven y, en consecuencia, son recibidos en una oficina. Pero puede haber excepciones.
La pedagogía también está presente en Le Courtil. Cada vez que es posible, se inscriben los jóvenes en el régimen escolar, ordinario o especializado, y para aquellos que necesitan una labor pedagógica más personalizada, igualmente en la institución hay una estructura interna, llamada preciosamente “El Despertar”.
El efecto terapéutico de nuestro trabajo cotidiano también está ligado al hecho de hacer la vida agradable. Los grupos Le Courtil no son grupos terapéuticos, sino grupos de vida: placer y juego tienen su lugar allí».
Así, Le Courtil es la invención de una institución en la cual uno puede inventar.

El caso Paula: de la iglesia a la basílica

La Esperanza 095
Autora: Carolina Koretzky 
Carolina Koretzky
(Psicóloga clínica en el Hospital infanto-juvenil “Clos Benard”. Psicoanalista en liberal. Miembro de la Ecole de la Cause Freudienne et de l’AMP.  Doctora en psicoanálisis, Universidad de Paris VIII).
 
Paula vino a consultar al servicio ambulatorio del hospital donde ejerzo como psicóloga clínica. Se trata de un servicio infanto-juvenil orientado por el psicoanálisis lacaniano. Paula, con apenas 14 años, decidió ella misma consultar: « Me estoy volviendo loca, ayúdeme. Hablo sola, hay cosas muy extrañas que me suceden este último tiempo ». De entrada, Paula me pareció una muchacha valiente y determinada a sentirse mejor y que no retrocede al momento de afrontar lo insoportable.
Paula es una joven a cargo de la asistencia pública desde su nacimiento. Su vida fue marcada por una multiplicidad de lugares de acogida: hogares sustitutos, centros para menores, orfelinatos. Todas las tentativas de un retorno a su domicilio fueron desastrosas. Su madre, toxicómana, tuvo dos niños que dejo en su país de origen. Cuando llego a Francia conoce al padre de Paula, también toxicómano, con quien sigue aun casada. Tres niñas nacieron de esta unión. Las dos primeras fueron dadas en adopción. No fue el caso de Paula ya que su madre nunca quiso separarse de ella. Cuando Paula tiene cuatro años, la familia viaja al país de origen de la madre. Allí, Paula conoce a su abuela materna quien tiene el mismo nombre que ella. En el momento en que yo la recibo en la consulta, Paula vive en un hogar sustituto y ve a sus padres únicamente los fines de semana.
Un lugar donde lo « extraño » puede ser dicho
“Me estoy volviendo loca” me repite Paula, le pregunto entonces: “pero, ¿cómo lo sabe?”. Paula pudo a partir de esta pregunta detallar el tipo de fenómeno psicótico del cual era objeto: “hablo sola en la calle, siento desde chica que alguien me sigue, y con los muchachos las cosas son siempre difíciles ya que ¡todos me aman demasiado!”
Sin embargo, un evento en particular la asusto mucho: “he escuchado una voz…esa voz dijo ‘Paula’, es todo.” Le pregunté los detalles y las circunstancias de aparición de esa voz: “acababa de salir de la escuela, iba a tomar el tren, estaba hablando sola en la calle, durante el recorrido pasé al lado de una iglesia y allí escuché ‘Paula…’, fue muy raro, tuve miedo, tengo miedo aun ya que mi abuela también se llamaba ‘Paula…’, no sé, me pregunto si es ella quien me está llamando para que estemos juntas”.
“¿Una iglesia?” le pregunté. “Si, una iglesia católica, yo iba siempre como mi abuela a la iglesia cuando fui a verla a la isla”. Le pedí entonces que me contara algún recuerdo preciso de ella y con su abuela. Paula narro aquella vez en que en la iglesia, junto a su abuela, ella tuvo una revelación: de repente, Paula se dio cuenta que tenía una familia católica, que todos sus hermanos eran católicos pero ella no entiende por qué no fue bautizada. Aparece otro recuerdo junto a su abuela: de niña Paula tenía un sueño: construir un árbol genealógico. Su madre se negaba a responder a sus preguntas diciéndole “pregúntale a tu abuela”. El fallecimiento de esta última acabó con el sueño de Paula. De regreso a Francia, Paula es nuevamente retirada de su familia y va a vivir a un orfelinato.
Paula prosigue: “antes de escuchar la voz, recuerdo que estaba pensando en la muerte, me preguntaba que es la muerte. De repente me di cuenta que mi abuela estaba muerta, aunque ya lo sabía claro, pero de pronto me di realmente cuenta de eso y me dije: ‘¡pero está muerta!’”. Es esa la frase que precede a la alucinación auditiva.
Al final de esta primera entrevista Paula me cuenta que tiene un cuaderno en donde escribe lo que le sucede. La invito a traerme sus escritos.
La historia sin fin
La vez siguiente Paula vino con un texto en donde detalla las desgracias de su vida. La última frase me interpelo: “tengo siempre la impresión de no existir”. Le pregunté qué quiere decir en esa frase, ella me responde: “Todo ha sido inventado… ¡todo! La música, la literatura, todo…yo a usted la veo, pero, ¿cómo sé que usted me ve a mi?”. En otra entrevista, Paula me dice: “¿para que sirve todo esto? ¿Estudiar, trabajar, si vamos todos a morir? Yo veo a la gente en la calle, van a la oficina, a los bares, ¿se preguntan ellos también si van a morir? Yo me lo pregunto todo el tiempo…Yo siento que vivo para morir”. Paula recuerda que esta impresión comenzó después de haber visto la película “La historia sin fin”. En esa película un niño lee una historia que se termina en el momento en que el libro se cierra… todas las aventuras de la película no son más que aquello que el niño lee.
Solo hace falta cerrar el libro para que todo se termine. Paula denuncia los semblantes del mundo, ese mundo que solo es un sueño, une invención creada por los pobres hombres que se entretienen esperando que se cumpla lo que ya está escrito, que el libro se cierre. Paula tiene la certeza que todo es semblante. Su ironía se expone sin velo, no cuenta con un Nombre del Padre que le permite creer (être dupe) en algo.
 
De la iglesia a la basílica
Las sesiones se prosiguen. La transferencia ya fuertemente instalada, Paula cuenta con las sesiones como un espacio de palabra donde poder dar testimonio de lo que le ocurre. “Le quiero contar lo que me sucedió en la iglesia de Nuestra Señora”. Alejada de la gente, Paula escucha una voz que le dice “tú eres la hija de…”. Paula queda perpleja frente a esta frase interrumpida en donde se puede fácilmente escuchar la vertiente mortífera[1]. De hecho, mi hipótesis es confirmada ya que justo después, Paula me pregunta: “Dígame, ¿en las iglesias, hay tumbas?”. Recordemos el contexto de aparición de la primera voz y la vertiente interpretativa de Paula: quizás su abuela la este llamando. ¿Qué podía yo responderle?  Frente a los dos significantes “iglesia” y “tumba” opté por una pluralización del significante “iglesia”. Le dije que no lo sabía, pero que hay otros lugares de culto a parte de las iglesias. Paula me dijo: “las capillas, los claustros, las basílicas…¡pero claro! ¡Es en la Basílica de Saint-Denis que hay tumbas! Las tumbas de los reyes de Francia”.
“Mi gran pasión es la historia”
Nuestras entrevistas continúan. Ellas no son únicamente un depósito de perplejidades y de voces, sino también un lugar de elaboración de un nuevo saber. Los reyes de Francia interesan muchísimo a Paula. También le gustaría investigar la historia de Roma y de Egipto. Es siempre el mismo punto que le importa: “quiero saber cómo nacieron, como murieron y quien fue el sucesor”. Cualquiera sea el tema, el establecimiento de un comienzo, de un fin y de una sucesión de generaciones es la preocupación central de Paula. Nuestros encuentros le permiten organizar un material en gran desorden. El saber universal es nuestra fuente: buscamos libros y enciclopedias sobre los reyes de Francia. Paula saca fotocopias, hace cuadros, compara épocas. Lleva también un cuaderno en donde escribe en la tapa “Cronología”: allí Paula anota la fecha de nacimiento y de muerte de cada rey y el nombre del sucesor. Luego aparecen tres otros cuadernos de notas: 2. Dinastía merovingia, 3. Periodo carolingio y 4. Dinastía Capeta.
 
Los reyes de Francia: de la historia sin fin a una historia limitada
La investigación sobre de los reyes de Francia es un trabajo sobre las generaciones. Ese trabajo implica que, para cada rey, haya un comienzo y un final. Los reyes de Francia tienen el valor, a diferencia de la abuela, de tener una fecha de nacimiento y de muerte. Igual que la abuela, los reyes son católicos, pero están enterrados en una basílica y definitivamente muertos, entonces, no pueden hablar. Estos reyes son el reverso de la abuela, ya que cuando Paula cree escuchar el llamado de la abuela, la vida y la muerte se encuentran totalmente confundidas. La abuela puede a todo momento surgir y llamar desde la iglesia. Paula, en un  movimiento metonímico, logra pasar de la “iglesia” (lugar de la abuela muerta-viva) hacia la “basílica” (lugar de los reyes de Francia muertos). Su solución, como un guante que se da vuelta, parte del punto más insoportable para ella.
El significante del Nombre del Padre no opera una oposición entre la vida y la muerte, y la forclusión de este mismo vuelve en lo real. Ese retorno aparece bajo la forma de una alucinación en donde la vida y la muerte se vuelven indisociables: los muertos hablan. El riesgo de la interpretación delirante “quizás mi abuela me esté llamando” es inminente. Por el contrario, el trabajo histórico de Paula vía el operador “reyes de Francia” es un esfuerzo de separación entre la vida y la muerte. El primer cuaderno “Cronologia” es un ejemplo perfecto de este trabajo ya que allí no es la información que prima sino el orden que se introduce. La lectura del texto de Eric Laurent Interpréter la psychose au quotidien nos aclara acerca del trabajo emprendido con Paula: “Apuntar al sinthome, es subrayar, volver a los significantes, aislarlos, separarlos de la cadena significante, darles todo su lugar, desprenderlos de la cadena significante del sujeto”[2]. Esta dirección de la cura no busca reanimar la cadena S1-S2 que podría acarrear un desbande delirante. El orden producido por la cronología busca al contrario introducir los cortes y los silencios.
Si la “historia sin fin” hace de Paula una increyente en los semblantes y pone en cuestión todo sentimiento de vida, quizás que esta nueva historia que comienza, una historia con fin, la historia de los reyes de Francia, le dará un instrumento del cual servirse a su manera.


[1] En francés « tu es la fille de », « tu es » (tu eres) es una frase equivaca ya que puede tambien escucharse « tuez la fille » (mata a la chica).
[2] Eric Laurent, « Interpréter la psychose au quotidien », en Mental 16 (la traduccion es nuestra).
 

El psicoanálisis lacaniano puede escuchar al autista

 

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El pasado martes 2 de abril, Día Internacional del Autismo, sorprendió la no poca atención que mereció el tema en nuestro medio. Diversos medios de comunicación aludieron a la problemática del autismo e incluso se esforzaron en darle rostro presentando testimonios de jóvenes autistas o de sus padres. Hay que reconocer que el interés que suscitó se tradujo en preguntas genuinas de aquellos para quienes el tema era una verdadera novedad: ¿Qué es eso del autismo?! O para aquellos que ya tenían un prejuicio al respecto producto de alguna lectura ligera o información lejana y desprevenida: son niños que no hablan, que son agresivos, que rehúyen cualquier contacto con su entorno; un verdadero enigma que, paradójicamente, no ha invitado mayormente al acercamiento de su desciframiento o al menos a un entendimiento de este funcionamiento.

Llamó mi atención, en este panorama de “inquietud atenta” por el tema durante ese día, la entrevista aparecida en el diario El Tiempo, página 15, titulada: “Mi hijo puede llegar a ser lo que él quiera, ¿por qué no?”. En efecto, se publica la entrevista hecha a la madre de un niño de 5 años y medio que tiene autismo. No solo es una entrevista conmovedora sino verdaderamente ilustrativa de lo que representa el deseo decidido de una madre por entender, por acercarse a aquello inexplicable que le acontece a su hijo. Al amor, esta madre le añade tal deseo preciso, sin ambages. Y es claro que no se trata de un deseo de saber esquemático, rígido, académico (aunque no lo desconoce), de letra muerta. Más bien se trata de un deseo vivo que implica leer de manera atenta, entre líneas, no solo lo que aparece como una firme voluntad del niño de no establecer un contacto sin mediación con los otros, con el mundo digamos, sino las condiciones en que el niño puede acceder mínimamente, a su manera, a esa relación. Y para eso, hay que consentir, acoger la inmensa novedad que implica que un sujeto establezca su modo de relación; y eso no solo no es fácil sino que en la labor se deben franquear umbrales que rompen con los esquemas de “la vida en común” (muchos padres pueden testimoniar que muchas veces la decisión de seguir el camino que va trazando el trabajo de su niño autista, los deja a ellos mismos sumidos en la idea de estar viviendo en un mundo aparte).

Susana, así se llama la madre de la entrevista, de talante investigativo –es bióloga, demuestra que se ha ocupado de leer y estudiar el tema desde diversas perspectivas disciplinares; pero también nos narra lo que ocurre cuando deja de leer los signos de la realidad circundante para empezar a leer los signos subjetivos de su hijo Gabriel, y a entender o proveer de cierto significado la acción del niño, su elección por ciertos objetos y no otros, sus manifestaciones de angustia o temor, etc. Es decir, intenta ver en lo que hace Gabriel un mensaje de búsqueda laboriosa de cómo poder relacionarse con el Otro sin sentir su presencia como una invasión masiva que lo anula como ser. Porque es verdad, hay que vivir al Otro de determinada manera para necesitar edificar una barrera que lo mantenga a distancia. Nos describe entonces Susana un mundo vigoroso de elementos simbólicos en Gabriel a los que ella no duda en prestarse (y prestar a otros: terapeutas y entorno educativo) para facilitar la tarea de organizar, lo que se presenta como aislado y disperso. O sea, no se trata de la organización establecida según los parámetros del Otro social, sino de la organización de lo que el niño da a ver. En este sentido, nos relata cómo va tratando de nombrar para Gabriel aquello que ve como una demarcación de una cierta elección, relativa por cierto al ámbito de deseo en que los padres se desenvuelven, la biología. Así, la figura del delfín como objeto preponderante en el contexto de vida de Gabriel, cobra todo su valor. Algo se transmitió para él de sus padres, y es esto lo que Susana puede interpretar y explicar a otros, hay no solo que respetar este objeto que delimita algo para Gabriel dentro de su mundo, sino que además hay que alentar el camino que conlleva la ampliación de esta delimitación pero entiéndase, a partir de ella. De igual manera, nos dice, intenta localizar en el tiempo y el espacio los momentos en que Gabriel es presa de una gran zozobra que manifiesta con un llanto profundo. Los padres intentan atemperar la angustia incontrolable de Gabriel, lo acompañan, incluso le facilitan el contacto con el agua en un suave baño, pero en sí mismo son momentos que por ahora van siendo localizados sin imponer el orden (que no es igual a la organización a la que aludimos antes) o acudir a castigos persuasivos o, etc. Se logra detectar que en estos momentos es patente que un desvalimiento muy grande cobra el ser de Gabriel y sus padres, no sin sufrimiento por la impotencia que esto conlleva, lo acompañan e intentan poner sobre ese vacío radical, alguna imagen o algún símbolo que ayude a tomar distancia de esa masiva sensación para el niño.

Ahora bien, cuando Susana nos narra el drama que ha significado su búsqueda de entornos y/o propuestas terapéuticas para su hijo, hay una que nos llama la atención, puesto que es planteada como ejemplo de las desviaciones y las incongruencias en que se puede incurrir al desconocer la problemática del autismo. Ella cuenta que en una ocasión a alguien se le ocurrió ¡hablarle del psicoanálisis! A lo que ella respondió (no sabemos si a su interlocutor): ¡Qué absurda idea, si su niño no hablaba! Efectivamente, él, su niño, Gabriel, no habla; pero esto claramente no hizo retroceder a Susana a la hora de tomar lo que Gabriel hacía como algo no ajeno al lenguaje o a la comunicación. La interpretación de esta intencionalidad de comunicar del niño (cuestión que funda en todo niño la relación con el otro; es decir es el otro el que significa un grito, por ejemplo en el recién nacido, como un llamado, como algo pleno de sentido. Es lo que el psicoanalista Jacques Lacan plantea: es el Otro el que determina que una señal sea un mensaje, una intención de pedido) Ella misma no creía que porque no había un uso efectivo de la palabra, porque no se producía el acto mismo de hablar (el lenguaje funcional del que hablan terapistas del lenguaje y educadores), no había algo que entender en lo que Gabriel decía sin decir –con la palabra, es claro.

Este señalamiento de Susana respecto al psicoanálisis me evocó enseguida un pequeño texto, que en realidad puede ser tomado como un manifiesto, del psicoanalista francés Jean Claude Maleval, elaborado como aporte a la cruzada por el Año Internacional del Autismo en Francia, designada como “gran causa nacional” (el pasado año 2012): Con los mismos signos de admiración que podemos asumir en las palabras de Susana, Maleval titula su texto: ¡Escuchen a los autistas! (es un libro que no excede las 40 páginas y que argumenta la pertinencia del abordaje psicoanalítico del autismo). Así, tanto lo que la entrevistada nos relata como lo que nos dice Maleval coinciden en un punto (desplazando la cuestión del habla como tal), y es que: ¡hay algo que escuchar! Seguramente este enunciado Susana lo suscribiría, puesto que es lo que nos dice respecto a lo que laboriosamente ha ido construyendo para Gabriel, terreno que permitirá que Gabriel haga su propia construcción, porque él trabaja permanentemente en eso.

El psicoanálisis como experiencia acoge a los niños cuando ellos lo pueden requerir; los niños con autismo no han sido la excepción. ¡Al contrario! Hay una clínica que lo demuestra, que puede razonar su práctica, que se configura como un espacio en el que el niño encuentra que su trabajo incesante es alojado; porque sí, hay que entender que aquello que parece un disparate o un sinsentido para el observador, para el niño es un modo de elaborar lo que resulta insoportable por un exceso del que es presa; en este sentido es un niño que no cesa de trabajar; y, el psicoanalista, que valora esa producción y la acompaña, provee ese deseo de acoger la invención del niño (el modo que encuentra para ir mediando en la relación con el otro) como única y de ahí halar el hilo con la ruta que el niño va trazando. En este sentido el psicoanalista toma en serio aquello que tan justamente Donna Williams, en su libro “Alguien en algún lugar” describe a partir de su experiencia: “el (niño) autista busca un guía para que lo siga”. Y esto, entendido dentro del contexto de un tratamiento analítico cobra un valor clínico para ubicar lo singular en cada niño que da la forma irrepetible a este encuentro. Un guía presto a seguir el recorrido subjetivo de un niño, pero también alguien que puede contribuir a encausar lo que aparece como intratable. Esto, para Antonio Di Ciaccia, psicoanalista italiano, da cuenta de lo que es lícito de parte del particular guía (lugar al que puede estar conminado un psicoanalista), en lo que se refiere a ciertos franqueamientos necesarios en el propio circuito de la vida y del deseo de cada niño autista: “un suave forzamiento”; contrariando así la idea de imposiciones o forzamientos que no tienen nada que ver con lo que el niño pone a disposición como modo de operar con aquello que lo angustia. Decir lo que ocurre cuando un niño se encuentra con un psicoanalista es fundar las razones de ese encuentro y alojar lo que el sujeto trae para darle cabida como una producción que implica un esfuerzo enorme de su parte y que se valora y acoge plenamente. Así, el niño y el psicoanalista, encuentro posible que determina un espacio privilegiado para dar cabida a los modos de prueba que el niño hace, cuando está decidido a ello, en el intento de establecer un marco de eso que no lo abandona y que lo aísla del otro. En este sentido la salida o la resolución tiene el límite de este marco justamente, porque no se puede medir una invención propia, como toda invención, con algo normativo, es la esencia de lo original: es inconmensurable. El encuentro con un otro puede ser decisivo, pero para que ese encuentro se produzca debe haber un consentimiento de los involucrados; sin embargo, como en el amor, favorecer las condiciones es un modo de otorgar posibilidad a que ocurra. Hay en este sentido varios testimonios recogidos en primera persona, como también testimonios recogidos por otros, padres o familiares, que dan cuenta de lo crucial para alguien, para un niño con autismo, de que se produzca. La serie es larga, pero podemos al menos nombrar algunos: Temple Grandin, Daniel Tammet, Donna Williams, Birger Selling, Jacqueline Berger y muchos otros. Algunos de ellos tienen la capacidad del habla, otros nó, Pero eso no les ha impedido hacerse escuchar. Ciertamente, es verdad, debe haber alguien atento, que otorgue al signo una escucha posible, alguien que desee escuchar en lo que se cifra, un modo único de decir.

 

En el principio era el verbo

Imagen de Alejandra Mavroski - http://www.flickr.com/photos/adenocorticotropina/336295941/
Imagen de Alejandra Mavroski – http://www.flickr.com/photos/adenocorticotropina/336295941/

Sí, para cada uno de nosotros, seres hablantes, al principio de nuestros días, el verbo estaba ahí…y era del Otro. A cada uno de nosotros, seres hablantes, nos fue instilado el lenguaje, gota a gota, por nuestros próximos. Es bien sabida la importancia que tiene para nuestra subjetividad que los otros, nuestros próximos, no sean anónimos. Que en aquellos que nos arrojaron al mundo, hayamos podido reconocer un deseo, con nombre y apellido, de participar en nuestro principio. Cada uno de nosotros atrapó, por la inmersión en las turbias aguas del incesante parloteo que llamamos humanidad, algunas ramitas para mantenerse a flote en este dicharachero ambiente de deseo, sentido, imperativos, gritos y susurros.
En cada uno de nosotros se ha reiterado el ensayo de la experiencia singular de nacer a la vida como alguien que puede decir “yo”. Cada uno de nosotros proviene de las necesidades más humildes, y desde el más absoluto desamparo va afianzándose en la vida, tratando de apropiarse del Verbo del Otro para ser, nosotros, cada uno, Verbo, y cada uno, uno. Lacan no dejaba de manifestar su asombro ante el desconocimiento manifiesto de esta realidad tan evidente.
En el verbo se conjuga el pronombre y la acción de la gramática libidinal: gracias al verbo nos hacemos oír, llevando a ratos, la voz cantante, cuando en realidad, somos siervos de un discurso cuyo alcance ignoramos. Gracias al verbo nos hacemos ver, porque al ser vistos nuestra imagen se distingue y podemos reconocerla como propia. Gracias al verbo obtenemos, al ser escuchados y por ser vistos, una ignota satisfacción que nos otorga un cuerpo y con ello, el movimiento.
En algunos de nosotros, los llamados autistas, el Verbo se congela. Ellos, los autistas no se hacen ver ni oír. Ellos, los autistas, temen y tiemblan ante la voz y la mirada que se añade al Verbo del Otro. Ellos no hacen uso del verbo para ser en el decir, para reclamar su lugar e imponerse. Ellos se refugian en el silencio o profieren parrafadas sin sentido, ecos, retazos sin enunciación. ¿por qué han renunciado al placer del sentido? ¿Por qué se niegan a la vida en el Verbo refugiándose en enigmáticas estereotipias?
Insondable decisión del ser, el suyo es un trabajo extremo de defensa ante la angustia inconmensurable que se desprende de estar privado del Verbo y, con ello, del aquí y allí, del mañana y el pasado, del yo y el tú, de lo que distingue lo mío y lo ajeno, de las alegrías y penas que nos aportan las palabras.
Debido a esa precariedad son presa fácil de la ferocidad evaluadora que dictamina valores deficitarios en su rasero estadístico, mortificante e inclemente. Cuando algunos se rebelan a sus autoritarios dictámenes y, en su desesperación, aúllan o se agitan, hiperactivos, se les aplica el recurso a la diosa Química.
La vida en el Verbo, la diversidad inmensa de la humanidad hablante nada importa a los cautivos en el atractivo hipnótico del adjetivo “científico”. Ellos sirven voluntariamente al mercadeo que todo lo intoxica con su lenguaje de gestión, y la mano no les tiembla al firmar sus condenas: “incurable”. Ellos han sido eximidos de la responsabilidad que requiere el Verbo. Su garantía son las imágenes del cerebro, los cargos, las acreditaciones universitarias, los fármacos. Siervos de un discurso ciego y embrutecido se envalentonan llegando a despreciar el saber acumulado durante veinte siglos de pensamiento ético y político, de clínica, lógica y literatura. La prensa garantiza su supervivencia con monótona insistencia.
Ellos pregonan que el complejo dramatismo de la vida humana se reduce a conductas cuyas pruebas fueron arrancadas a las ratas. Pero el animal, preso en la Necesidad, puede y, de hecho, prescinde de la lógica. En cambio, el ser hablante la precisa aunque la ignore, para orientarse en el Verbo y conseguir tejer, con los hilos de deseo, la Vida. Servir al discurso freudiano supone haber renunciado a la idea de Voluntad en pos de elegir amarrarse y someterse a su lógica, que coloca en su debido lugar la Causa, la causa del decir, que es la causa del deseo. Desde allí, invitamos a los autistas a servirse del Verbo, a advenir al ser una vez vencidas en nosotros las tentaciones autoritarias, las mismas que exigen nuestro sacrificio a dioses oscuros.