Formar docentes para la no exclusión, un recorrido entre propósitos y posibilidades

Reseña:
Como docentes transitamos permanentemente entre múltiples demandas sociales, la mayoría hacen resistencias con el entorno escolar, entre otras, porque algunas se instalan en condiciones de posibilidad que parecen inviables a la escuela. Ser docentes en medio de la diversidad, reconocerla y hacer de acuerdo a las particularidades que exige, en medio de estructuras masificantes y homogenizadoras, es una de ellas. El texto invita entonces, a pensar en dos categorías: lo estructurante, como aquello que poco o nada acepta modificaciones y de “hacerlo” solo cambia el ropaje; y la consolidación, como naturalizaciones que hacemos de las realidades. ¿Qué puede hacer el docente? Y ¿Cuál es su papel en medio de estas tensiones?, son elementos que aparecen como necesarios pensar hoy en la formación de nuevos docentes.

Estructura y consolidación

Vincular un nuevo “tema”, o al menos un “tema” que resuena en el ambiente y que demanda ser estudiado en su especificidad, como en este caso, inclusión educativa en la formación inicial de docentes3, activa discusiones sobre las formas como concebimos la educación de otros, para ser educadores, pero también las funciones que asignamos a los docentes y a la escuela en la sociedad.
Conocemos que, aunque no se especifique de manera clara, existen siempre posturas, formas de ejercer la “educación”; y aunque se especifiquen, por ejemplo en un Proyecto Educativo Institucional, lo que acontece en lo cotidiano refleja otras tantas concepciones y posibilidades, no necesariamente compatibles con lo expuesto como “ideal”.
No obstante, la formación inicial de educadores en/para la diversidad, está demarcada por demandas y posturas universales (ej.: ideales como la educación para todos), particulares (ej.: las necesidades de un grupo social determinado o las necesidades de contextos específicos) y singulares (ej.: las posturas de cada sujeto). Algunas de ellas admiten modificaciones —por fuerzas de diferente índole—, otras se sostienen, a pesar de los intentos para su movilización.
Para iniciar, se propone, entonces, que cualquier iniciativa de formación queda delimitada por dos cosas: en primer lugar, por las consolidaciones4 en las formas de entender lo educativo, lo social, el conocimiento, el papel del educador, entre otros; y, en segundo lugar, por las estructuras que constituyen el “ser” por ejemplo, de los sujetos o de la escuela misma.
Así, cuando se habla de consolidaciones, se habla de construcciones sociales (empujadas por fuerzas conscientes y también convencionales) que en su momento fueron puestas a prueba y que, finalmente, en tanto de alguna manera favorecían algunos intereses o fines, se les dio un carácter perdurable; y, cuando se habla de estructura, se hace alusión a configuraciones que poco o nada soportan modificaciones.
Ahora bien, a la escuela y, en ella, a los docentes, se le hacen requerimientos de diferente índole, con la pretensión de ser atendidas independientemente de su estructura; así, cuando ésta no logra responder a la demanda, se le acusa de ineficaz; al tiempo, la escuela responde de diferentes maneras:

  • “adaptativas”: que van al vaivén de demandas que se modifican al ritmo de la política social y en consecuencia, son respuestas que no tendrán mayor trascendencia;
  • “consecuentes”: que intentan sostener la causa que perciben en la demanda… a veces al extremo de violentar la propia estructura de la escuela asumiendo tareas que otros agentes sociales ya no asumen;
  • “refractarias”: que se oponen a la demanda, bien sea a nombre de la defensa de la estructura de la escuela, o bien porque encuentran en toda solicitud oficial un motivo de queja.

Estas posturas llaman la atención en varios sentidos: ¿está la escuela en condiciones de adaptarse a cualquier demanda de la época?, ¿debería hacerlo?, ¿se hacen las demandas a la escuela pensando en su estructura?, ¿se responden estas demandas defendiendo la estructura de la escuela?
Bueno, uno de los “temas” de época, que se impone como demanda a la escuela, es el de su papel en la atención a la diversidad. Esto, en medio de al menos tres condiciones relevantes: en primer lugar, una escuela masificante, homogenizante, con pocos recursos, cuya “eficiencia” se controla con evaluaciones masivas; en segundo lugar, unos procesos sociales que han consolidado (naturalizado) históricamente una serie de prácticas de exclusión; y, en tercer lugar, unos sujetos que, en su singularidad, pueden ser excluyentes.
Este panorama complejo, contradictorio, de componentes no solidarios entre sí, es parte de lo que hace a la profesión docente; como menciona Bustamante (2011), el docente que asume la escuela con la exigencia conceptual inherente a su función, entiende las tensiones de la escuela como parte de su funcionamiento regular, no como un “problema” que podría ser resuelto con más planeación, con mejores recursos, con normas más conscientes…
Ahora bien, para quienes trabajamos el tema de la diversidad y la educación, la inclusión5 se convierte en una posibilidad para seguirnos ocupando del papel de los docentes ante estas nuevas demandas con pretensión universalizante. Pensamos que generar condiciones de “no exclusión”6 es una tarea importante para la escuela que requiere sobrepasar los límites de la buena voluntad del maestro. Y habría que pensar qué puede hacer realmente el docente y la institución educativa con sus estudiantes en lo cotidiano, cuáles condiciones de “formación” de nuevos maestros se pueden generar, de tal manera que la diversidad no sea un problema en sí.
En este momento, es un hecho que demandar el reconocimiento de lo particular en su especificidad, precisamente porque ha quedado excluido, presiona al sistema educativo a en una dirección que parece estructuralmente imposible.
Las vías para solucionarlo han sido múltiples, pero en este caso nos concentramos en la formación inicial de docentes, en tanto hay algo del sujeto en formación que se ve impactado y que a futuro demarcará su trabajo como docente en ejercicio. Así las cosas, las instituciones formadoras que han sido convocadas para buscar alternativas de formación “no excluyentes” se plantean alternativas en las que ya se pueden leer elaboraciones sobre lo posible a corto y a largo plazo, pero también sobre las imposibilidades.
En esta experiencia, encontramos algunas constantes en dos tendencias: de un lado, asumir la demanda de formación no excluyente como un tema prioritariamente del orden disciplinar, es decir, como un condensado de conocimientos por acumular; y, de otro lado, vincularlo como una preocupación en torno al ser de un sujeto en la sociedad.
 

Los caminos de formación que hacen énfasis en el tema

Cuando se asume “la inclusión” como un asunto de conocimientos a introducir, ingresa bajo la forma de contenidos estratégicamente ubicados en algún lugar, para ser estudiados o aprendidos. Se podría decir que quienes desarrollan el ejercicio centrando su perspectiva en esta idea, tienen confianza en que con informarse se forma. (Obsérvese que puede ser la forma como este tipo de preocupación llega a la escuela desde los entes oficiales).
Así las cosas, suelen llevarse a cabo algunas de las siguientes cuatro alternativas, dependiendo de la institución y sus docentes:

  • introducir el tema en una asignatura ya existente (sociedad, ética);
  • introducir una asignatura nueva (bajo nombres como “Educación y diversidad”, “Necesidades educativas específicas”, etc.);
  • re-contextualizar una asignatura referida al tema, es decir darle forma desde su estudio en el pilotaje;
  • señalar seguimientos a hacer en prácticas pedagógicas.

Esta misma tendencia puede adoptar dos vías: asumir la asignatura como medio o asumirla como fin de la propuesta. Quienes la asumen como fin, desarrollan, por ejemplo, un listado de contenidos a “verse” que, por supuesto, asumirá matices dependiendo del docente que lo aborde. Y quienes la asumen como medio, buscan darle un lugar específico en el ejercicio de formación, para que no quede disuelto en lo llamado “transversal” (a cargo de todos y, al tiempo, de nadie). Pero entienden que ésta es solamente una iniciativa más en el orden de otro propósito más amplio.
Los dos caminos, siendo similares, son opuestos:
En el primer caso, resulta una solución de adaptación a las exigencias del medio, es una obra a cumplir. Sencillamente esta materia ocupa el lugar de la demanda de la época y será modificada según las pragmáticas que exija el momento; es un asunto contingente, aquí no hay creencia en la demanda. Muchas veces, esto soluciona muy bien el problema de “acreditación” de las instituciones formadoras: cumple con los requisitos exigidos y, aún así, no dice nada para el futuro de la “temática”… sencillamente se cumple una tarea. Que otro instaure un “tema” solo le da la posibilidad de estar advertido sobre él pero muy poco dice de su lugar singular frente a él.
En el segundo caso, en la idea de ser algo más pero en el orden de un propósito más amplio, hay una diferencia importante: la decisión de una materia, ha implicado hacer consciencia del ejercicio y requiere de trabajo que permita aclarar el lugar que se le puede dar en el ejercicio de formación en general. La materia aquí puede ser una contingencia, lo interesante es que hay una clara pretensión de trascendencia, de poner en crisis y, por tanto, desplazar hacia otro lugar las naturalizaciones.
Los caminos que hacen énfasis en las posturas (Mentalidades, concepciones, paradigmas…)
Estas iniciativas buscarían hacer fractura en las posturas segregadoras, en los ideales “imaginarios” de ser sujetos. Puede verse que a medida que las propuestas maduran7, se van ubicando mayoritariamente en este lugar. Hay poca creencia en que la “capacitación” como información produzca algo para aquellos que no tienen oídos para escucharlo. Se entiende, entonces, que el hecho de que otro instaure un “tema” solo le da la posibilidad de estar advertido sobre él pero muy poco dice de su postura personal frente al objeto de trabajo.
Así las cosas, en este caso se ensayan, entre otras, las siguientes iniciativas:
Diálogos entre maestros en formación y en ejercicio, que permita evidenciar posturas y estereotipos, para ponerlos en discusión, con “los aportes de sus interlocutores”, lo cual se piensa que da cabida a otras posibilidades quizá no advertidas. Para ello usan diferentes estrategias: pedagogías activas, socio-críticas, dialogantes, que promueven la participación del sujeto en formación. En este caso, las estrategias son medios, no se convierten en ningún momento en el fin del ejercicio y se caracterizan por trascender la barrera de la opinión, para dar paso al trabajo con lecturas, experiencias, etc., que ayuden a agudizar la mirada sobre el trabajo realizado.
Introducir preguntas sobre el sujeto que forma y sus propias prácticas, con la idea de que hacer visible la propia perspectiva, introduciendo ruidos a las consolidaciones desde las cuales se habla, favorece unas lecturas a distancia de su ejercicio pedagógico, lo que llevaría a un desplazamiento hacia otra construcción que el sujeto esté en condiciones de ejecutar.
Promover posturas políticas institucionales con manifiesto rechazo a la exclusión. En un primer momento, solo quedan consignadas en diferentes textos institucionales, no necesariamente se vuelve una práctica en ejercicio. Aún así, hacer ruido desde unos postulados considerados centrales (máxime cuando hay un equipo interesado en pensar el tema) convoca a insistir.
Enfrentarse a las diferencias. Una entrada habitual es tratar de entender el panorama de la diversidad, desarrollando un mapa de categorías que requieren ubicaciones conceptuales para su delimitación. Se considera que la mayor parte de los imaginarios frente al otro asumido como “diferente”, se producen por desconocimiento. Así, hablar de las diferencias que podrían enfrentar los docentes, implicaba vivir el encuentro con los otros “diferentes”, un intento por enfrentarlo a la experiencia con el Otro. Este ejercicio asumió varias formas: facilitar prácticas en instituciones cuya inquietud sea el trabajo en medio de la diversidad; y desarrollar encuentros con invitados expertos en el tema, por ejemplo con representantes de diferentes poblaciones.
Como puede verse, las acciones emprendidas, se realizan desde hipótesis sobre las causas que producen la situación de exclusión. En este caso, los grupos están dispuestos a trabajar porque sienten que el asunto de la inclusión, con la forma que adopte según los análisis que se hagan, es del orden del ser sujeto en la sociedad y, por tanto, consideran que no puede quedar relegado a unos contenidos por revisar.
Se podría decir, que se asumen como co-productores de las realidades que se producen y, en ese sentido, evidencian comprensión de la posibilidad de incidencia efectiva con un trabajo a largo plazo; es decir, de ir aventurando alternativas que movilicen las consolidaciones hechas históricamente, a sabiendas de que las resistencias inmediatas les hará parecer una empresa imposible, algo que solo a un futuro lejano adoptará nuevas formas que, por supuesto, se consolidarán y requerirán modificaciones, según las contingencias de la época.
Aún así, se va haciendo más notorio que hay elementos de orden estructural que no permiten mayor modificación, y de los que vale la pena estar advertidos, para no emprender la acción solo con un espíritu benefactor y de sacrificio, por demás, altamente perjudicial; al tiempo, se visualiza cierta preocupación por que la educación superior pueda producir estos desplazamientos por efecto de técnicas (por más razonables que parezcan) sin que acontezca —como lo dice Larroza (2009)— como experiencia en el Otro.
Finalmente, quisiera introducir un ruido para quienes dispongan de oídos para ello. Sorprende que en este ejercicio llevado a cabo en las instituciones formadoras, las nociones frente al conocimiento no se hayan mencionado. Las instituciones han adoptado tradicionalmente unas ideas de sujeto y de conocimiento centradas principalmente en teorías de desarrollo. Las elaboraciones son de diferente nivel, pero los resultados en un tema como la diversidad es prácticamente el mismo: una formación que, ante la atipicidad, busca la “normalización” (convertir al sujeto lo más cercanamente posible a la “normalidad”), en tanto es una respuesta al ideal de desarrollo de todo sujeto. Si el asunto del desarrollo de un sujeto tiene que ver con maduración y no con un conjunto de relaciones que ayudan a producir unas realidades en un marco de decisiones y estructuras sociales y personales, una situación diferente o atípica, como lo menciona Zuleta, “sería considerada un detenimiento en la evolución de los sujetos”.

Bibliografía:

Arendt, Hanna (1997). ¿Qué es la política? Barcelona: Paidós.
Bernstein, Basil (1994). La estructura del discurso pedagógico. Madrid: Morata.
Bustamante, Guillermo (2011). «Sujeto, sentido y formación». Tesis doctoral. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá.
Caicedo, Lilian (2011). Formación inicial de docentes en inclusión. OEI- Fundación Saldarriga Concha.
Desrosières, Alain (1975). «¿Cómo fabricar cosas que se sostienen entre sí? Las ciencias sociales, la estadística y el Estado». En: Archipiélago N° 20. Barcelona.
Freire, Paulo (1974). Las iglesias, la educación y el proceso de liberación humana en la historia. Buenos Aires: Aurora.
Miller, Jacques-Alain (2010). Extimidad. Buenos Aires: Paidós.
Skliar C. y Larrosa J. (comp.) (2009). Experiencia y alteridad en educación. Buenos Aires: FLACSO, Homo Sapiens.
Watzlawick, Paul (comp.) (1998). El Ojo del Observador. Contribuciones al constructivismo. Barcelona: Gedisa.
Zuleta, Estanislao (1986). «El proceso de desnaturalización». En: Boletín de estudios psicoanalíticos. Vol. 1, N° 1. Cali.

De la Ritalina al buen alumno tunecino

« Pedro es hiperactivo », afirman la maestra, la madre y el pediatra. El diagnóstico de TDAH, establecido por el servicio de neuropediatría de un hospital público de renombre, es concluyente, asi como también la prescripción de Ritalina.
Mi primer encuentro con este niño de 8 años me permitió situar tres cuestiones fundamentales:

  1. La agitación corporal, que lo obliga a golpearse contra las paredes de mi consultorio, produciéndose moretones.
  2. Una mirada invasiva articulada a su agitacion, ya que ésta obliga a los adultos a no perderlo de vista ni un solo instante, lo cual alimenta aun mas su hiperactividad,
  3. y la agitación del lenguaje que irrumpe bajo forma de insultos e imperativos. Desde el comienzo, advierto un fenómeno singular del lenguaje : una letra « t » que invade su palabra y su escritura.

 
Construi el caso en tres tiempos logicos :

1° tiempo (Tratamiento del Otro)

Al comienzo, Pedro se presenta en posicion de amo. Coloca animalitos sobre mi escritorio y me ordena dibujarlos. En una ocasión, en vez de obedecerlo, me pongo a escribir. Golpéandose contra el escritorio, grita furioso : « Dibuja una serpiente ! » Sin interrumpir mi escritura y sin levantar la mirada de la hoja, le diré que no sé dibujar serpientes. Es ahí que por primera vez, logra sentarse frente a mi, permaneciendo un instante en silencio. A partir de ese momento, comenzaremos a dibujar juntos, fabricando pequeñas ficciones.
En una ocasion, Pedro introduce un malo que va a matarme. Dibujo buenos para protegerme, pero me dice que también son malos.
En otra ocasion, introduce un dinosaurio malo que va a matarnos. Dirigiéndome directamente al dinosaurio le digo que eso no es posible, que Pedro y yo no podemos permitir que haga daño. Mi intervencion produce risa en el niño, que por primera vez pide llevarse un dibujo.
En una entrevista, me pide que dibuje un león malo que puede matar a un caballo. Dibujo una jaula para encerrar al león (una jaula vacia). Entonces, Pedro señala que los otros animales son buenos. A partir de allí, usará una serie de entrevistas para dibujar jaulas y separar a los malos de los buenos.
En otra entrevista, afirma que su caballo le pegó patadas. Cuando me dispongo a encerrarlo, me advierte que no es necesario, que el caballo es bueno, da patadas pero es posible detenerlo. Corto la sesión. A partir de alli, los golpes y moretones desaparecerán progresivamente. Propongo al equipo y a los padres poner fin a la toma de Ritalina.
 
Intentemos elucidar, a partir de este efecto terapéutico mayor (dejar de lastimarse), el resorte analitico de las operaciones efectuadas. Por un lado, la inscripción de una negación respecto del saber, introduce un agujero y me permite presentarle a Pedro un Otro que no sabe todo : no sabe dibujar serpientes y tampoco sabe todo sobre su sufrimiento. Por otro lado, la introducción del « no » que recae sobre el dinosaurio y su acción, produce una separación entre este nino y el animal malo. La jaula, que distingue un adentro y un afuera, sirve para encerrar al elemento malo que andaba suelto. Poco a poco, Pedro logra establecer una clasificación que introduce un poco de orden en su mundo simbólico, distribuido ahora entre el conjunto de los buenos, el conjunto de los malos a los que la jaula pone límite, y un subconjunto, un animal bueno que hace travesuras, pero al que se le puede decir que no, sin necesidad de encerrarlo.
 

2° tiempo (Transplante del inconsciente)

Pedro roba animalitos de mi consultorio de manera « muy visible ». La agitación reaparece. En una sesión, en la que hace desaparecer un animalito, le digo que es un mago, cierro los ojos y agrego que los magos dicen palabras mágicas. Pedro pronuncia una y guarda animalitos en su bolsillo. Por primera vez, me pide que cierre los ojos y hace reaparecer uno por uno los animalitos. De ahí en más, comenzará a fabricar nuevos escondites (ademas de sus bolsillos).
En una sesión, en la que Pedro no puede parar de transformar las respuestas a sus adivinanzas, introduzco la escritura para intentar detener la agitación. Me pide que modifique la respuesta que acabo de escribir. Respondo que eso es imposible. Me pide un borrador para borrar. Le digo que no hay. Pedro tacha mi escritura, pero la incesante transformación de las respuestas a sus adivinanzas se detiene. A la sesión siguiente, trae su primer y unico sueño.
 
Qué sucedió en este segundo tiempo ? Frente a la no extracción del objeto mirada que afecta a este niño, cierro los ojos, redoblando de este modo la sustracción que él mismo intentaba mediante sus pequeños robos. Ademas, pego un elemento simbólico, la palabra mágica. Así, obtenemos un efecto de fort-da, manifiesto en la multiplicacion de los escondites. Frente a la imposibilidad de borrar lo escrito, el niño lo tacha, realizando de este modo una especie de pantomima de la represión, que producira un pequeno efecto de transplante del inconsciente.
 

3° tiempo (Remiendo del agujero)

Pedro relata un sueño en el que un barco se dirige a Túnez, país de origen de su padre. Le pregunto si visitó ese país. No responde. Le pregunto a qué se parece ese país. Dibuja la bandera de Túnez y me pide que deletree la palabra Túnez, para poder él escribirla.
Pedro es el menor de tres hermanos. A diferencia de él, sus hermanos mayores tienen nombres tunecinos y no presentan problemas escolares. Antes de su nacimiento, la familla se instala en Túnez, pero regresan porque la madre no se adapta. La madre ubica la ruptura conyugal en el momento del nacimiento de Pedro, en el que se sintió abandonada por su marido que se encontraba en Túnez.
Una hipótesis cobra forma : para este niño, habría algo forcluído respecto del país paterno– Túnez, que él me pide que deletree–, del cual la letra  « t », que invade su palabra y su escritura, constituiría un retorno en lo real (un pedacito de real, que no esta ligado a las otras letras).
Para intentar remendar este agujero, le pido que traiga fotos de ese país (de sus vacaciones), país que ubicaremos en el mapa, sobre el cual marcara idas y vueltas entre Túnez y Francia.
En una sesión, Pedro recorta una banderita de Túnez para pegarla sobre su sueter. Así vestido, logrará jugar al football con sus compañeros.
En una ficción, dice que su padre quiere hablarme. Convocaré entonces al padre (en la realidad), que afirmará que « lo más importante para él es que su hijo sea un buen alumno ».
Los efectos no se hacen esperar. En la cantina, Pedro pide no comer mas cerdo, « como su padre » (de culto musulman). La « t » sin ley invadirá cada vez menos su palabra, desapareciendo completamente de su escritura. Lo escolar interesa cada vez más a este niño que vendrá a nuestras entrevistas disfrazado de « buen alumno tunecino ».
 
Qué hicimos ? La bandera tunecina sirve para imaginarizar el país paterno, donde parece situarse un agujero forclusivo que intentamos remendar sirviéndonos de lo imaginario y lo simbólico. Poco a poco, Pedro se fabrica una filiación paterna. La identificación al buen alumno tunecino le permite construirse un personaje que puede compartir la clase con otros niños y avanzar en los aprendizajes. De este modo, luego de 15 meses de entrevistas, Pedro logra reintegrarse a la escuela y deja la institución.
 

La Antena Infancia y Juventud Bogotá