Desplazamiento forzado y sus efectos en los niños

A HellemeyerDesplazamiento forzado y sus efectos en los niños

Conferencia brindada en el marco de la 11th World Conference. Unesco Chair in Bioethics. Bioethics, Medical Ethics & Health Law. Napoli, Octubre de 2015.

Andrea Hellemeyer
Psicoanalista. Miembro del Observatorio de las libertades. Antena Infancia y Juventud de Bogotá.
Head of Unit Bogotá-Colombia. Unesco International Chair of Bioethics (Haifa).
Profesora del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Javeriana.
La terrible crisis de inmigración que el mundo vive actualmente, la que no cuenta con precedentes de tal magnitud desde la Segunda Guerra Mundial, nos interpela como sujetos, así como nos obliga a tomar una decisión ética respecto de la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene respecto del horror de nuestro tiempo. Ha sido muy claro, como una sola imagen, mostrando un niño muerto en la costa, ha tenido el efecto de romper la masa indiferenciada de migrantes, y ha humanizado esta crisis. Esto sin embargo, no es sin el ejercicio de lectura y nominación de un elemento que se sustrae del conjunto y como tal, en su potencia singular, permite quebrar la naturalización que los estados y los gobiernos han propiciado durante años, en relación a este tema.
La violencia es un signo de nuestro tiempo, y lo que es más relevante, es correlativa a la llamada “civilización”. Podemos decir, en esta línea (Brousse, Briole. 2015), que la guerra necesita de los discursos, precisa del lazo social. Sin ellos la guerra no es posible.
Es en este sentido que el traumatismo es un asunto que nos concierne, y particularmente porque no es posible establecer los efectos y consecuencias que dicho trauma ocasiona en un sujeto. El discurso de la ciencia no puede objetivarlo, ya que pertenece al campo de lo singular. Este es un asunto ético de la mayor trascendencia, en la medida que la ciencia habla por el sujeto, y es precisamente la enunciación aquello que en la guerra le ha sido arrebatado. Siguiendo esta lógica, el discurso científico en las formas de protocolos de atención a víctimas o de programas estandarizados destinados a trabajar con población desplazada, reduplica esta desubjetivación, Más aún cuando se trata de niños, cuya condición de indefensión se vuelve tierra fértil para este tipo de intervenciones . Es por ello que los niños merecen nuestra mayor atención.
El film colombiano del director Carlos Arbeláez (2011), Los colores de la montaña, con bella poesía y prescindiendo de cualquier indicación moralizante, posa la pregunta acerca de qué caminos, qué rodeos cada sujeto realizará para hacer con ese real que se le ha presentado de modo ominoso. Allí reside el margen de libertad para quienes han vivido situaciones de horror, ya que como el psicoanálisis nos enseña, el campo ético es un campo fundamentalmente decisional.

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