Mariana Otero y Bernard Seyhaeve hablan sobre el documental "A cielo abierto"

A continuación presentamos unos comentarios de Mariana Otero, directora del documental «A cielo abierto», el cual se estrenará el próximo 1 de agosto de 2014 en la Alianza Colombo Francesa de Bogotá.  Al final, un comentario también a propósito del documental de Bernard Seynhaeve, director de Le Courtil, institución en la que se realizó el documental.  El Dr. Seynhaeve estará de visita en nuestro país en el marco de la II Semana del Autismo, del 1 al 8 de agosto, organizada por la Antena Infancia y Juventud de Bogotá.

afiche like an open sky

COMO UN CIELO ABIERTO…

 «Una maravillosa película acerca de la infancia y de la locura.»

LES INROCKUPTIBLES.

 «Como un Cielo Abierto se refiere la diferencia radical del Otro. Se acerca a los niños y sus sufrimientos de una forma libre y creativa originando controversia.»

LE MONDE

 «Una experiencia extraordinaria sobre la vida y la libertad»:

LE FIGARO

 «Cine documental pero, sobre todo, cine puro».

LE NOUVEL OBSERVATEUR

 «La encarnación de lo cautivador y conmovedor del lenguaje cinematográfico.»

L’HUMANITÉ

 
Una película de Mariana Otero.
 Alysson observa su cuerpo con cautela.
Evanne gira hasta que el mareo le hace caer.
Amina no es capaz de pronunciar las palabras con claridad.

En la frontera franco-belga, hay un lugar único para niños con problemas mentales y sociales. Día tras día los adultos tratan de entender el enigma que cada uno de ellos representa, de inventar soluciones que les ayuden a vivir en paz. A través de sus historias, Como un Cielo Abierto, revela su singular visión del mundo para nosotros.

Notas de la Directora

mariana otero Orígenes del proyecto:

El reino al que llamamos “locura» siempre me ha intrigado, fascinado y hasta asustado, pero, al mismo tiempo, siempre tuve la vaga idea de que era posible comprender algo sobre él y, además, que la locura podría enseñarnos algo. Después de Entre nuestras manos, yo quería enfrentar este estado alterado contra el pensamiento racional que parece venir en tiempos cortos.

Por lo tanto, visité numerosos hogares e instituciones para «discapacitados mentales».  En el curso de mi larga expedición, descubrí un instituto médico y educativo para niños en la frontera franco-belga que es prácticamente único en Europa, Le Courtil.

La idea fundamental de la institución es que los niños que sufren de problemas mentales no son discapacitados o les falta algo para ser como los demás. Por el contrario, en Le Courtil, cada uno de los niños por encima de todo es considerado por el personal como un enigma, un sujeto con una singular estructura mental, en otras palabras, una original manera de percibir y pensar el mundo y su relación con los otros. El personal, abandonando todas las ideas y conocimientos pre-establecidos, trata de comprender la singularidad de cada niño, con el fin de ayudarles a encontrar su propia solución, una que les permita encontrar su lugar en el mundo y vivir en paz.

Además, encontré una extraordinaria manera de pensar y de vivir con la locura, en una institución que coloca al sujeto y su singularidad en el centro de su labor. Encontré una forma de acercarse al Otro que me conmovió profundamente y que, espero, sea perceptible en toda la película: quienquiera que sea, el Otro, debe considerarse como un inconmensurable misterio.

Rodaje

A pesar que esta expedición duró casi un año, de lo que vi y de las historias acerca de los niños, cuando empecé a filmar no se había logrado avanzar mucho sobre los posibles «guiones”. Las cosas tenían que ser diferentes. En un lugar como Le Courtil, donde todo gira en torno al sujeto y sus invenciones, los cuentos de los niños eran impredecibles. Además, la importancia de los acontecimientos era captada y evaluada durante mucho tiempo después de que sucediera, en relación con el desarrollo del niño, en otras palabras «a posteriori».

Se puede decir que en Le Courtil las historias son escritas al revés. Esto es inquietante… y te deja sin aliento. Ciertamente, yo agudice mi mirada durante la expedición y pude ver con más claridad que cuando llegué por primera vez a Le Courtil. Pero mis poderes de predicción terminaron ahí. Tenía una pequeña guía de los acontecimientos que me iban a permitir filmarlos de manera más o menos precisa, pero no tenía «visibilidad» más allá de esto.

Grabé durante tres meses en un estado de concentración total, la cámara atada a mí ocho horas al día, con la sensación de que cada segundo era precioso. Para tener éxito en el rodaje de las escenas, tuve que olvidarme de mis intereses normales, así me permitiría evaluar la importancia de un evento y lo que este conlleva. En Le Courtil, estos intereses no eran necesariamente los correctos y pude haberme perdido de algo esencial. Para mantener la agudeza de mi mirada, y para ser exacta en el rodaje de cada escena, tenía que estar presente en el día a día con los niños y el personal. No grabé todo, pero estaba con ellos en todo momento, en alerta.

Con el avance de la filmación, comencé a percibir la importancia de ciertas escenas que luego completaría con otras escenas, y que a su vez tuvieron un significado diferente la semana siguiente. De hecho, se trataba de una atípica y fascinante forma de grabar muy distinta de todo lo que había experimentado hasta entonces.

Los niños y la cámara

escena de le courtilYo sabía, antes de empezar a grabar, que la relación de los niños con la cámara iba a ser muy particular, directamente conexo con su forma de vivir su relación con el Otro, su cuerpo y el mundo.

Yo sabía que la relación con la cámara, en otras palabras, con la mirada, puede ser central, elegí trabajar sola las escenas con los niños, sin mi ingeniero de sonido. Me decidí a llevar la cámara atada a mi cuerpo con un ligero y flexible sistema de arnés, por lo que lo convertí en un «cuerpo-cámara».  Y, aun cuando yo no estaba filmando, llevaba este aparato.

Desde el principio del rodaje, para los niños, o la cámara y yo no existíamos, o me hablaron como si no tuviera la cámara o tuvieron un interés exclusivamente en ella. De alguna manera, para ellos, no hay nada fuera del marco. Es por eso que, a veces, la interacción de los niños con la cámara y conmigo fue tema en las reuniones y sesiones de supervisión como si fuera otro elemento del taller.

De cualquier forma, estos niños no mostraron ningún tipo de narcisismo, vergüenza, timidez: su imagen y la representación de ésta no les importaba. Era su relación con el Otro o su mirada la que estaba directamente en consideración, y la que podría agredirlos o, por el contrario, tranquilizarlos.

Tomemos el ejemplo de Evanne. Para él, al comenzar el rodaje, la cámara no existía y yo era transparente. Luego, poco a poco, al mismo tiempo que él cambiaba, «el Otro» comenzaba a tomar forma para él, vi que me comenzaba a ver y ver la cámara. Así, la primera vez que miró a la cámara, me sentí muy conmovida: un cambio importante en Evanne fue revelado, muy diferente de todos los demás, de su forma de ver a la cámara y de lo que había filmado en el pasado.

Para Alysson, quien apenas me había prestado atención durante esta expedición, mi presencia silenciosa como camarógrafa se volvió muy importante. El personal y yo teníamos la impresión de que la cámara se asemejaba al cuerpo de Alysson lo que le permitió ponerse en marcha. Algo muy poderoso que me hizo pensar en la relación que los actores tienen con la cámara: no es el deseo de ser visto, sino más bien una función mucho más vital: traerlos juntos.

La relación con la cámara fue muy fuerte, muy “significativa”, lo que, de una forma totalmente lógica, encontró su lugar al final de la edición de este filme.

Edición

Al final, grabé más de 180 horas. Con el editor, Nelly Quettier, cortamos las secuencias caracter por caracter, tratamos de poner de relieve la singularidad de cada niño y su desarrollo. Después de cuatro meses en la edición, tuvimos cuatro horas en las que juntamos las escenas construidas a partir de los cuatro personajes principales: Jean-Hugues, Alysson, Evanne y Amina. Después de eso, construimos la película intercalando estas «historias» jugando con el espacio y el tiempo, sin llegar a ser una construcción cronológica.

A través de la edición, tuvimos que entender la locura de una manera sensorial, emotiva e intelectual, mientras construíamos una estructura dramática con los niños en un constante movimiento hacia adelante y hacia atrás entre su vida cotidiana y las reuniones. Tuvimos que evitar ser sistemáticos y mantener la emoción ligada a los personajes en todo momento. Los obstáculos habrían de convertirse en didáctica: la película tenía que ser una experiencia y no una lección. Más que dar una explicación, lo principal para mí era que los asistentes pudieran vivir la experiencia de la comprensión, en otras palabras dar lugar a una nueva mirada. El tiempo era esencial para la película: el momento del interrogatorio en primer lugar y luego el de descubrimiento y, por último, el de entendimiento.

Sobre Le Courtil y su Director Bernard Seynhaeve

 ¿Por qué aceptó dejarse filmar por la cámara de Mariana Otero?

Bernard Seynhaeve: Aceptamos porque era la cámara de Mariana Otero. O sobre todo, porque era Mariana. Conocía vagamente a Mariana Otero, pero no conocía a Mariana. Vi su primera película. La enunciación estaba allí. Lo que la atormentaba en ese filme, es lo que hace la singularidad de los seres parlantes, sus fallas. Lo humano. Luego me interesé por conocerla. Ese fue un encuentro. Necesité un poco de tiempo para encontrar a la persona, es decir percibir alguna cosa de su enunciación más allá de su enunciado. Pienso que puedo afirmar que ha sido así para todos aquellos que la encontraron en la institución. No solamente todos los intervinientes, sino sobre todo, los niños. A lo largo de nuestros repetidos encuentros y sus preguntas, siempre orientadas hacia el mismo punto, nos hemos hecho una pequeña idea de lo que la preocupaba, de lo que le daba la tabarra en su vida, lo que iluminaba su vida: ella quería comprender, quería saber. Tenía un deseo ardiente de comprender para contar la vivencia de los niños, su alegría de vivir, pero también lo que le es insoportable, lo más cerca posible de lo cotidiano. Mariana pasó varios meses en el Courtil para efectuar su enfoque. A continuación pasó otros tres meses para realizar su película. Es decir que hemos podido hablar, intercambiar. Mariana se ha ganado plenamente nuestra confianza, la de todos los trabajadores del Courtil, la de los niños y la de los padres, sin resistencia.

Bernard Seynhaeve en sus palabras

Mi transferencia con el psicoanálisis se hizo a partir de mi encuentro con Alexander Stevens en 1980. Yo venía de trabajar en una institución que acogía niños que se calificaban como débiles. Este significante no me parecía conveniente. No soportaba que dijéramos de estos niños que les faltaba cualquier cosa. Pronto, Alexander Stevens, que era médico psiquiatra en esta institución me pidió crear una pequeña unidad de cuidados que se orientara con referencias de Freud y Lacan. Esto respondía a mi malestar. Acepté inmediatamente. Así fue inventado Le Courtil. También en esa misma época comencé mi análisis; un análisis que duró 25 años y que se puntuó por el pase. Fui nominado AE de la Escuela de la Causa Freudiana en abril de 2008 y enseñé en tanto que AE hasta 2012. Además de mi función como director de Le Courtil, empecé a recibir como analista en Lille, en Francia en el 2000. También soy enseñante en el Colegio Clínico de Lille.

Dejaré mi función de Director de Le Courtil a partir de mi jubilación el 30 de junio de este año, pero continuaré en la difusión del psicoanálisis y recibiendo como psicoanalista. Actualmente soy miembro del Consejo de la Escuela de la Causa Freudiana.