Autora: Vilma Coccoz
(AME de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis de España (ELP) y Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del Instituto del Campo Freudiano. Responsable del Departamento de Psicoanálisis con niños del Nuevo Centro de estudios Psicoanalíticos (NUCEP): institución que desde hace décadas ha investigado muy especialmente la clínica del autismo y las psicosis. Responsable del Grupo de Investigación de las psicosis del NUCEP. Docente de diversas institucionales de orientación lacaniana. Autora y coautora de varios libros, publica regularmente en revistas especializadas en español, francés e italiano. Reside en Madrid, España).
La película I rymden finns inga känslor, del realizador sueco Andreas Ohman, traducido en España como El tonto o el simple Simon tiene como principal protagonista un adolescente afectado por el síndrome de Asperger. Es un indicio del cambio de los tiempos, porque las ficciones contribuyen a hacen pasar lo real al discurso, favoreciendo así su humanización, su incorporación en la vida de los seres hablantes.
Freud estimaba que los atormentados personajes de Dostoievsky anticipaban los hallazgos del psicoanálisis. Las experiencias subjetivas de Raskolnikoff, Dimitri, Aliosha, Ivan…que toman cuerpo en las ficciones literarias del escritor ruso serían homólogas a aquellas que revelaba la traducción analítica de los síntomas. Los sufrimientos y traumas que aquejaban la subjetividad neurótica en su denodada búsqueda de resolución vital, los avatares de la culpa, el peso de los fantasmas, la decadencia del padre para regular el deseo….
En las últimas décadas, además de la proliferación de los llamados por Donna Williams “autitestimonios”, han visto la luz personajes literarios como Lisbeth Salander de Milenium, Mattia y Alice, de La soledad de los números primos, Christopher Boone de El misterioso caso del perro a medianoche… Muy distinta es la experiencia subjetiva que presentan estos relatos a los del siglo XIX. Seguramente veremos aparecer, cada vez con más frecuencia, también, películas como la sueca, que me resisto a nombrar con la traducción española. Porque Simon no tiene nada de simple, ni de tonto.
A Simon le interesa el estudio de la Astronomía porque en el Universo reina el silencio y el orden. Cuando la intromisión de las palabras reales de su familia hacen demasiado ruido y se vuelven insoportables –fenómeno que se suele denominar hiperacusia-, él se aísla en un cubículo metálico que hace las veces de nave espacial y se piensa en el espacio, a salvo de las palabras y de sentimientos desbordados. A salvo del caos. Sólo su hermano, simulando una conexión entre la base terrestre y la nave, cambiando el tono de voz, consigue que salga de su encierro.
“Atención, no me toques, tengo Asperger” será el lema de Simon cuando se aventure a andar por la calle.
Hecha con gran sensibilidad y respeto por el singular y extremo sufrimiento autista, esta película es el relato de la salida del estado “congelado” en el que se encontraba Simon, como defensa radical ante la angustia indecible que le producía el contacto con los demás.
A sabiendas de que él no puede vivir sin su hermano, pero que su hermano no puede vivir sin una novia, dedicará todo su esfuerzo a crear el mundo que le conviene. A través de esta peculiar empresa, conseguirá interesarse por el mundo del que antes huía y a disfrutar con los lazos que se van tejiendo gracias a las palabras.