Extracto de la conferencia dictada por Daniel Roy en febrero pasado en Jornadas del NUCEP (Centro de Estudios Psicoanalíticos), Madrid, España.
Daniel Roy
“Solo una vez se atraviesa una puerta de nuestra talla”
Jaques Lacan, “Homenaje a Lewis Carroll”
La libertad del niño
Tenemos que decirlo de entrada: Jaques Lacan ofrece a los psicoanalistas la posibilidad de volver a los niños más libres de lo que les es posible encontrar. Les abre la vía para permitir a cada niño explotar la parte más singular de lo que él es, sin que sea necesario prometerle una herencia cualquiera. Se ha querido hacer del psicoanálisis – y los psicoanalistas se han prestado a ello – el garante de las mejores transmisiones entre generaciones, y con ello hacer de los niños los notarios de su inconsciente, a condición de que quieran identificarse a un niño. Sin equivoco, Lacan asigna como tarea del analista ante un niño el “impedir de responderse, por ejemplo, incluso con nuestra autoridad, soy un niño” . De esta forma abre la puerta a cada psicoanalista para desprenderse de los ideales de la infancia, los de su propia infancia – como mínimo – pero sobre todo de los que vehiculan los discursos de la época. ¿Con qué objeto? Para permitir al niño atravesar las identificaciones que tienen más valor para él, que han adquirido para él todo su valor al ser las señales de un encuentro, encuentro con la absoluta alteridad, la de un otro o la de un goce que atraviesa el cuerpo. ¿Cómo? Siguiendo las huellas del hueco dejado por este encuentro en el corazón mismo de los dichos del niño, cuando lo educativo no prima para orientar su sentido.
Se descubre entonces, en ello, y es eso la experiencia de la cura analítica para un niño, que su libertad reside en la discordancia que está en corazón de la dependencia que es la suya.
Lacan ha sido el pionero de la exploración de esta dependencia del niño, dependencia real, con el apoyo obtenido en los comienzos de su enseñanza sobre la “prematurización especifica del nacimiento en el hombre” para situar ahí el sedimento sobre el que va a elevarse la dependencia imaginaria, dependencia a la imago del semejante, rápidamente subsumida por una dependencia simbólica, al Otro del lenguaje y de la palabra, que siempre precede al sujeto. Hasta el final de su enseñanza, cuando los paradigmas que la ordenan se habrán desplazado, Lacan sostendrá que el niño “es hablado” por sus padres, pero que “eso no significa que lalengua constituya en algún modo un patrimonio. Es totalmente cierto que es en la forma en que la lengua ha sido hablada y también oída por tal o cual en su particularidad, que algo aparecerá en sueños, en todo tipo de tropiezo, en todo tipo de maneras de decir.”
Es porque él fue el pionero de esta exploración, que pudo descubrir, en la fragua de esta dependencia, el crisol del que surgen las fuerzas de separación, que se funden en la más humilde de las herrerías, la de los pequeños objetos desprendidos del cuerpo.
Así es este gran movimiento que recorre toda la enseñanza de Lacan. Por un lado, en las dehiscencias de su imagen en el espejo del otro, en las fallas, interrupciones, silencios del discurso que le rodea, el niño encuentra el enigma que le permite ubicar donde alojarse; por otro lado, con la pérdida de los objetos de su cuerpo, objeto oral, objeto anal, mirada, voz, que se desprenden de él y de los que él se desprende, el niño descubre nuevas modalidades para ensanchar, agrandar, profundizar su mundo, a través del médium de las pulsiones: apetito de vivir, sed de conocimientos, donaciones e intercambios, profundidad de campo y de cantos.
La libertad del niño, que recorre toda la obra de Lacan, es que a cada uno de sus pasos, puede tomar posición. Es en cada instante Hermes, dios de las encrucijadas, del comercio y de los salteadores de caminos: elije, si es sí o si es no, negocia, recauda. Si se somete, como un niño obediente, a sus parientes ¡es por amor, mientras que ellos se regodean con su autoridad! Si se indigna, semilla podrida ¡es por fidelidad, para no traicionar la imagen que él se ha hecho de su presencia!
Siendo él mismo objeto arrojado al mundo, frágil, a la merced de todos los encuentros, el niño extrae de esta misma condición los recursos que le permiten, en las instituciones sociales propias a la infancia, la familia en primer lugar, “una relación fundada en la libertad” . Es la primera lección de Lacan referente al niño: resuena ya en la risa del niño, en “el niño que os sonríe” y os hace señales “más allá de lo inmediato, […] más allá de toda demanda” .